Sant Jordi (alguna 1999)

(Vicente Ferrero) Escultura realizada 1999 bronce. Con unas medidas de 93 X 30 X 24 cm. Pertenece a la col • colección particular del autor, uicada en la población alicantina de Ibi

Vicente Ferrero Molina, natural de Bañeres, formado artísticamente en las aulas de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y en el taller de su propio padre, también escultor, inicia muy joven su camino artístico no ignorando nunca el aprendizaje ni la docencia. Completa su formación con el Doctorado en Bellas Artes trabajando sobre una tesis de asunto esencialmente escultórico como "El escultor y la vejez". Aspectos físicos en la obra escultórica de gran tamaño, estudiante con rigor y originalidad un aspecto poco investigado y muy sugeridor.

En la actualidad es Catedrático de Dibujo, y la exigencia de la docencia le obliga a extremar el propio rigor en su obra, buscando siempre una simplicidad esencial fruto de un profundo conocimiento del representado, que transforma hacia el espectador en un sintético resumen de lo que trata de reflejar.

De trazo apretado, obviando recargues anecdóticos, consigue una simplicidad de acuerdo con modernos criterios del arte religioso. La representación de éste en el mundo contemporáneo no es tarea fácil; los tiempos son bien distintss aquellos otros históricos en el que el arte profano era una excepción frente al encargo sistemático de iglesias y catedrales. Ferrero no ha rehuido nunca este reto y son sus obras muy características. El Sant Jordi es buen ejemplo de ello; gracias a su formación teórica y práctica utiliza como modelo la conocida obra de Donatello, no sólo como homenaje al mundo renacentista , que admira mucho, sino como una manera de contrastar, por su simplicidad, el barroquismo habitual de las representaciones más conocidas de San Jorge, San muy querido en algunas regiones españolas, Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana por ejemplo, y sobre quien tan poco se sabe. Frente a la figura a caballo en plena lucha con el dragón, Ferrero opta por un Sant Jordi de pies, sereno, con la lanza y el escudo como símbolos guerreros, pero con expresión tranquila • la, de joven, con cuidada anatomía y recuerdos clásicos de gladiador romano.