San Jorge en la literatura.


Juan Castelló Mora

El cristianismo, como forma de evangelización, hizo suyos muchos mitos paganos y deidades, dándoles nombres del santoral, tanto en las civilizaciones clásicas como en los pueblos paganos de Europa y, posteriormente en América, donde los negros de África, objeto de un enorme tráfico de esclavos, traen consigo sus ritos ancestrales y sus dioses, asimilados paulatinamente al mundo cristiano.

Así, la imagen romano-egipcia de Horus con uniforme militar romano alanceando al cocodrilo Set se convierte en San Jorge en su caballo alanceando al dragón. El culto a San Jorge, tan extendido por la mayoría de los países, ha sido motivo literario utilizado por muchos escritores, así como figura predilecta para los artistas. Exponemos seguidamente unos pocos ejemplos de los muchos que abundan entre los novelistas.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza se dirigen al castillo del Duque, de regreso de su frustrado gobierno de la ínsula Barataria y tras unos días de ociosidad en el castillo que Don Quijote lamenta “por ser grande la falta que su persona hacía”, prosiguen su camino hacia Zaragoza, topándose en el camino con hasta una docena de hombres que plácidamente estaban comiendo recostados en un prado. Junto a ellos unos lienzos cubrían unas imágenes de relieve destinadas a un retablo de su aldea. Ante los requerimientos de Don Quijote, levándose uno de los labradores quitó la cubierta de la primera imagen, “que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca, con la fuerza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse viéndola don Quijote, dijo:

Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina; llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas”.

En muchas poblaciones tienen lugar representaciones de las luchas de Moros y Cristianos. Dejando de lado las clásicas valencianas, en muchos lugares del resto de España se realizan conmemoraciones de signo muy diferente, aunque todas tienen como eje central la rivalidad entre “moros” y cristianos, muchas de ellas basadas en leyendas transmitidas de generación en generación. Una de ellas es la que nos describe el escritor aragonés Ramón J. Remitente, en su famosa narración “Crónica del alba”, en gran parte autobiográfica, escrita en 1966 durante su exilio, sobre una representación conmemorativa en Aínsa (Sobrarbe) de la victoria de los cristianos sobre los árabes de Muza, cuando en plena lucha y llevando las de perder los primeros, se apareció sobre una encina una cruz de gran luminosidad y, ante tal prodigio, consiguieron vencer a los invasores, proeza a la que hace alusión un monumento levantado en el centro de la plaza. Al final del verano se celebra una fiesta conmemorativa que Sender describe así:

“En la mañana el día 14, al oír voltear las campanas, acuden los “ejércitos” árabe y cristiano para ir a la cruz de Sobrarbe. Antes de salir la procesión, el sacristán avisa a los dos ejércitos y en seguida la harca mora desfila junto a la muralla y se sitúa en ella, mientras que los cristianos van por la calle mayor a la plaza para ponerse al frente de la procesión. Se encuentran los dos ejércitos en la derivación del camino de la Fontanela, hay una escaramuza sin que se decida la victoria y, al final, los moros corren hasta una era donde esperan a la procesión para burlarse de los cristianos. Allí se produce otra escaramuza. Los cristianos van por el camino llamado de San Felices y acampan preparados a nuevos encuentros, mientras la procesión sigue su camino, y al llegar a la plaza se celebra una misa de campaña de la que también se burlan los moros a la distancia de unos doscientos metros, en el llamado campo de Labayo… Cuando la misa acaba suena el tambor moro tocando a asamblea y se congregan los cristianos. El pastor avanza, recita su romance y cuando hace la señal convenida dispara su arcabuz un moro… Los cristianos, que saben que es la señal de atacar, tocan llamada con corneta y van a buscar al enemigo … Los estampidos rajan y a veces hacen saltar algún cristal en las ventanas próximas”. En una pausa el pastor termina su romance y se recita un diálogo entre el diablo y el pecado; comienza la batalla y los cristianos pierden la bandera. “Todo el día hay escaramuzas en torno a la procesión y las trompetas cristianas por un lado y los tambores moros por otro”. Posteriormente, los moros acuden a la plaza y en plena batalla es cuando se aparece la cruz sobre la encina y los cristianos salen vencedores, tomando preso al rey árabe y simulan cortarle la cabeza. Luego se celebra el “dance de la morisma”, acompañado de la recitación de un romance.

El brasileño Jorge Amado, uno de los más prestigiosos escritores contemporáneos en lengua portuguesa, retoma el tema del culto a San Jorge en Brasil en varias de sus novelas, especialmente en el estado de Bahía, donde vive una población multirracial derivada de mestizajes, en donde sobreviven ritos africanos expresados en danzas. Sus dioses han sido cristianizados; así, Kangó se identifica con San Jerónimo, Yemanjá, diosa de las aguas, con Santa Bárbara y Oxossí con San Jorge.

En “Tierras del sinfín”, narración de las luchas por la posesión de la tierra del cacao y la resistencia de los indígenas a la explotación de los opresores, la ciudad de Ilhéus, en el estado de Bahía, celebra la festividad de Sâo Jorge, patrón de la misma. La procesión, saliendo de la catedral, recorre las principales calles. Primero salen unas andas con el Niño Jesús, precedidas por la Banda de Música. A continuación los colegios vigilados por su profesores, seguidos de las andas de la Virgen María, llevadas por las muchachas de la ciudad y las señoras dejando sitio “para las andas de Sào Jorge, grande y rico. El santo era enorme, montado en su caballo y matando a un dragón”. Al final de la procesión desfilan las autoridades, al tiempo que estallan los cohetes.

En “Gabriela, clavo y canela” nos presenta una crónica de la historia de Ilhéus, centrada en una bella historia de amor, retomando el tema de Sào Jorge y la procesión, en este caso la del año 1925, “prometiendo el oro y el moro a San Jorge, a cambio de las preciosas lluvias”. San Jorge era acompañado por la imagen de Santa María Magdalena, rodeada por las numerosas solteronas, ante el sol abrasador en un cielo sin nubes. “Montado en su caballo, desde la luna, el santo seguía el destino animado de ese San Jorge de Ilhéus desde aproximadamente cuatrocientos años”. Algunos días después llegaron las lluvias, aunque en esta ocasión, inhabitualmente, duraron dos semanas, iluminándose muchas velas en la catedral en ruego de que cesaran éstas para no malograr la cosecha del cacao.

En “Tieta de Agreste”, los enamorados encargan noches de luna resplandeciente para los escarceos amorosos, encomendándose a San Jorge, quien según una leyenda brasileña habita en la Luna.

El italiano Carlo Levi en su narración “Cristo se paró en Éboli”, expone una bella leyenda que los vecinos de Sant’Arcangelo, en la Calabria, gustan de presumir. En su iglesia se conservaban los cuernos de un dragón que moraba en una cueva cerca del río y devoraba a los campesinos, infectando la tierra con su respiración y raptando muchachas. Pidieron ayuda al príncipe de aquellos lugares, quien completamente armado en su caballo, se enfrentó al monstruo, “de enormes alas de murciélago y lanzando fuego por la boca”. A punto de caer bajo las garras del dragón, se le aparece la Virgen, vestida de azul, y animado por la aparición, consigue dar muerte al dragón. El príncipe le cortó la cabeza, le quitó los cuernos y edificó la iglesia como lugar para conservarlos.

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