Restauración del pergamino “Incorporación del lugar de Banyeres a la villa de Bocairent” s. XV


Patricia Real Machado. Técnico del Departamento de obra gráfica y material de archivo IVC+R

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El Departamento de obra gráfica y material del archivo de la Subdirección de Conservación, Restauración e Investigación Culturales responsable de la conservación, restauración y difusión del Patrimonio Documental Valenciano, ha restaurado en el año 2013 documentación histórica perteneciente al Archivo Municipal de Bocairent contribuyendo en la salvaguarda de la memoria del pueblo de Bocairent.

Dado que la mayor parte de los documentos intervenidos son pergaminos, a continuación se describen algunos aspectos generales de la producción de pergaminos en la Edad Media.

La Real Academia Española en su primera acepción define al pergamino, como piel de res, limpia del vellón o del pelo, raída, adobada y estirada, que sirve para escribir en ella, para forrar libros o para otros usos.

En la Edad Media el principal uso del pergamino fue el de so¬porte de escritura pero la mayor parte de la sociedad era analfabeta y será a partir del siglo XIII cuando esta situación empieza a cambiar en los ambientes urbanos y poco a poco la sociedad laica se irá alfabetizando.

La fabricación del pergamino era una especialización en el trabajo de la piel y cuero. Los curtidores y pellejeros fueron los arte¬sanos encargados de transformar las pieles. Las primeras tareas en el proceso de fabricación de limpieza, depilado y descarnado de las pieles eran comunes, sin embargo el pergamino no precisa de los procesos químicos que necesitan las pieles, como los curtientes minerales o taninos vegetales (1). Para obtener el pergamino se introduce la piel en un baño de cal que debilita el pelo y el proceso de secado se realiza por tensión.

Los pergamineros, al igual que los otros artesanos de la piel, compraban directamente las pieles a carniceros, mercaderes u otros artesanos de las pieles como curtidores y pellejeros. Las pie¬les se compraban por piezas.

A pesar de ser los judíos impuros para las autoridades eclesiásticas o civiles cristianas y de la existencia de estatutos que prohibían a los hebreos tocar los animales que consumían los cristianos, existen documentos que prueban que en el siglo XIV los judíos y cristianos se relacionaron en el comercio de venta de pieles (2). Los pergamineros judíos estaban obligados a vivir en las aljamas.

En la Península Ibérica los pergamineros no formaron asociación alguna con otros artesanos del libro, sino con los artesanos de la piel y el cuero. El oficio de pergaminero estaba muy desprestigiado socialmente pues se manipulaban pieles crudas, sangre y olían mal. La primera asociación documentada es la cofradía de oficio de los “aludeiros et pergamineiros” de Valencia que se constituye en 1329 bajo el patronazgo de San Agustín.

Entre los pergaminos restaurados destaca un manuscrito redactado en valenciano “Incorporación del lugar de Banyeres a la villa de Bocairent”, según el cual “Bocairent y Bañeres” serán uno.

Se trata de un documento real, el cual hace referencia a un acuerdo firmado el 4 de octubre de 1463 entre los representantes de “Bocairent y Bañeres”.

En dicho documento se reconoce que en el año 1446 los prohombres de Bocairent compran Banyeres al noble Jaime de Artés. Bocairent era villa real y Banyeres feudal. El año 1463 ambas poblaciones llegan a una concordia por la cual Banyeres se incorpora a Bocairent como una calle más, entrando a formar parte del patrimonio real. Quedan así ambas villas formando un mismo cuerpo, compartiendo derechos, privilegios y exacciones.

El pergamino, según Ignacio Girones, está datado el 22 de febrero de 1466 en San Mateo, y en él, el rey Juan II de Aragón concede la “Incorporacio del lloc de Bañeres a Bocairent”, aten¬diendo al consejo de dicha villa y haciendo referencia sobre su inseparabilidad.

Este documento de grandes dimensiones está formado por tres pergaminos unidos a modo de costura con hilo de cáñamo. También conserva restos de la cinta del enlace, sin embargo se ha perdido el sello.

Su estado de conservación presenta los deterioros inherentes al transcurso del tiempo, como son suciedad general, manchas, arrugas y debilitamiento de los bordes. Las tintas ferrogálicas de la escritura se encuentran muy empalidecidas según las zonas debido a un exceso de humedad, también son numerosas las marcas causadas por el plegado de las pieles, que también reflejan exfoliación y pequeños faltantes ocasionados por el ataque de insectos.

El tratamiento de restauración realizado fue la limpieza y la eliminación de manchas del soporte con medios mecánicos utilizando gomas de distintas calidades y aspiración. Las zonas con faltantes y desgarros fueron injertadas con papel japonés “sekishu” de diferente granaje, utilizando almidón de trigo para su adhesión. Las tintas ferrogálicas, cuyo consolidante había perdido capacidad de adhesión, fueron consolidadas reactivando el poder adhesivo del aglutinante con algas “funori” por medio de un atomizador de vapor de agua. El alisado del soporte se logró de un modo lento, aplicando de forma gradual humedad y tensión al soporte, evitando el planchado excesivo del pergamino.

Debido a las dimensiones del conjunto de pergaminos se optó por un sistema final de montaje en tubo, que facilita su almacena¬miento enrollado, a la vez que su exposición.

Bibliografía

(1) “En el apresto, momento en el que los pergamineros podían untar las pieles con diferentes sustancias que permitirían la fijación de la tinta, utilizándose, en ocasiones, un tanino vegetal, sin llegar a ser esta última operación un verdadero curtido puesto que no llegaba a producirse una completa acción química entre el colágeno y el tanino empleado” Rodríguez Díaz, E. “La industria del libro manuscrito en Castilla: fabricantes y vendedores de pergamino” (ss. XII-XV). Historia. Instituciones. Documentos, n° 28, 2001, p. 327

(2) “En julio de 1378 Johan Desat, Pellicer, interpone querella ante el justicia civil contra Mosse Abella e Icach Almuli, quienes se habían comprometido a venderles todas las pieles de cordero y ovejas que fueron sacrificados en la carnicería desde Carnestoltes a San Juan. El cristiano había depositado 48 libras de fianza al judío, y éstos ni mataron los animales ni entregaron las pieles. Al no poder cumplir lo prometido fueron condenados” Archivo del Reino de Valencia ARV, Justicia Civil 387, sin fol., 14 de julio de 1378.
HINOJOSA MONTALVO, J. “Actividades judías en la Valencia del siglo XIV”. Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, n° 3. 1984