Historicidad y posmodernidad de los trajes festeros


José Fernando Domene Verdú. Asesor histórico de la UNDEF

Descarregar document

Las comparsas y los trajes festeros han sufrido una evolución desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, que se puede resumir en dos tendencias estéticas e ideológicas que se han sucedido cronológicamente a lo largo de todo este período: la historicidad y, muy recientemente, la posmodernidad.

La preocupación por la historicidad y el rigor histórico de las filàes y de los trajes festeros fue promovida desde la Asociación de San Jorge desde finales del siglo XIX. En el artículo 82 del reglamento de 1888 y en el art. 81 del reglamento del 1900 (Mansanet, 1981, 96), se establece que “el diseño habrá de corresponder a tipos – tanto cristianos como moros – que hayan existido en la Península durante las épocas de la dominación árabe y de la Reconquista”. Este afán historicista de la burguesía ilustrada alcoyana tuvo como consecuencia la aparición de filàes que se ajustaban a la época de la reconquista en el nombre y en el traje, así como la paulatina desaparición de las que no cumplían esta condición (por ejemplo, la de Estudiantes en 1914). En las demás filàes del bando cristiano se produjo la sustitución de sus trajes -muchos de ellos procedentes de la antigua soldadesca de los siglos XVII y XVIII- por otros bajomedievales típicamente militares, prefiriendo los de los siglos XI y XII, es decir, con la cota de armas larga. La primera filà historicista en el traje y en la denominación que se fundó en Alcoy fue la de Guzmanes en 1907. Después, el ejemplo cundió en las demás filàes que aparecieron en el bando cristiano y en las que ya existían, que fueron cambiando sus trajes tradicionales por otros de tipo medieval1. Sin embargo, algunas de las nuevas filàes que aparecieron a partir de entonces (Marrakesch en 1902, Abencerrajes en 1904) todavía se inspiraron en la guerra de Marruecos (1859-1860) para el diseño de sus trajes, igual que habían hecho las comparsas de Ontinyent a partir de 1860.

La causa de ese afán historicista fue también socio-económica y se debió a un interés de la burguesía alcoyana, que ya controlaba la organización de la fiesta, por eliminar las filàes y los trajes de raíz popular con objeto de convertir, no sólo los boatos, sino la entrada completa en un espectáculo social en el que pudiera lucirse y hacer ostentación de su poder económico. Esa nueva mentalidad historicista avanzó con dificultad en Alcoy en el caso de algunas filàes tradicionales, siendo dolorosa la sustitución, ya después de la guerra civil española, de trajes tradicionales como el de la filà Tomasinas (1941) y resultando imposible la desaparición de las filàes de Contrabandistas y Maseros, a las que se les adjudicó el sambenito de “anacrónicas”.

Esta innovación historicista se extendió también a otras localidades, pero ya a partir de la segunda mitad del siglo XX y de una forma más superficial, forzada muchas veces por los ayuntamientos franquistas y coincidiendo con el auge económico y la aparición de una burguesía industrial local que imitaba a la alcoyana en el aspecto festero2. La explicación de este hecho se encuentra en la mentalidad de los dirigentes políticos de la posguerra, que utilizaron determinados personajes (Viriato, Don Pelayo, el Cid Campeador, los Reyes Católicos, Felipe II, Agustina de Aragón, el General Moscardó, entre otros) y determinados acontecimientos de la historia de España (la reconquista, la guerra de la independencia, “los últimos de Filipinas”, entre otros), convirtiéndolos en mitos, para justificar su victoria en la guerra civil. Esto se reflejó en la aparición de comparsas de corte historicista, fomentadas directamente por las autoridades municipales del nuevo régimen3. La guerra civil se consideró por el régimen de Franco como una “cruzada contra los rojos” para poder divinizar la Jefatura del Estado (Franco era “caudillo de España por la gracia de Dios”) y considerar a la Iglesia como uno de los pilares del régimen. El paralelismo entre la “cruzada contra los moros”, que representaban las fiestas de moros y cristianos, con la “cruzada contra los rojos”, como se consideró a la guerra civil española, hizo que el régimen interviniera en las fiestas mostrando su interés por el rigor histórico y fomentara la historicidad de las comparsas y de los actos festeros. Así, por ejemplo, el concejal de festejos del Ayuntamiento de Villena escribía en 1953 lo siguiente: “Las fiestas se entroncan remontando su origen a la época de la Reconquista, pretendiendo un resurgimiento vinculando los actos a episodios de la historia local, con citas de héroes y personajes coterráneos que alcanzaron nombradía. Lo que importa es el hecho histórico redivivo. Lo extraño y anacrónico debe excluirse” (Guillén, 1953).

Una de las innovaciones que se han producido en las fiestas de moros y cristianos en el último cuarto de siglo es la expansión de la historicidad de las fiestas, de las comparsas y de sus trajes, que se potenció en las localidades en las que ya se había iniciado en las décadas anteriores y apareció prácticamente en todas las demás localidades.

La preocupación por el rigor histórico llevó también a celebrar las embajadas en el castillo medieval en algunas de las localidades. En Villena, por ejemplo, el escenario de las Embajadas se trasladó al Castillo de la Atalaya en 1977 y lo mismo ocurrió en Almansa, donde este acto festero tan importante ha tomado una espectacularidad digna de mención. Se empezó a manifestar, además, en los nuevos textos de embajadas que se estrenaron en algunas localidades, debiéndose destacar por este aspecto los escritos por Salvador Domènech Llorens para Crevillente, Elche, El Camp de Mirra (las Ambaixades y el Tractat) o por Juan José Capel para Murcia. Asimismo, se escriben también textos en valenciano como reflejo del proceso de normalización de la lengua propia de la mayoría de las localidades que celebran las fiestas de moros y cristianos.

La mayor historicidad de los trajes festeros se ha producido a través de la proliferación de las llamadas escuadras especiales. Aparecieron en Alcoy a principios del siglo XX formando parte del boato de los cargos festeros y con el nombre de esquadres de negres, que eran en total cuatro, dos por cada bando, y se aumentaron después a seis con la incorporación de las dos esquadres del mig. Se imitaron en otras localidades ya desde la década de 1920, pero en la década de 1960 empezaron a aparecer escuadras que no son de negros, sino de moros o de cristianos, cuyos trajes tendían a ser más rigurosos, históricamente hablando, que los tradicionales de las comparsas y se estrenaban cada año.

De forma paralela al aumento del número de festeros de las comparsas, muchos de ellos se organizan en pequeños grupos que desfilan como escuadras especiales y estrenan trajes todos los años o bien los alquilan en otras localidades. Ayudado por el auge económico, el fenómeno se generalizó en la década de 1970 y, sobre todo, en la de 1980, hasta el punto de que los trajes tradicionales han llegado casi a la desaparición de los desfiles de algunas localidades. En otras localidades, como Villena, se limitó el número de escuadras especiales a una por cada cien festeros, con el fin de preservar los trajes tradicionales de las comparsas, mientras que en Alcoy se han mantenido invariables las seis esquadres de negres. En Biar y Bocairent, también se ha conservado el traje tradicional en la mayoría de los festeros y, en Sax, por el contrario, no han aparecido escuadras especiales y todos los festeros desfilan con los trajes oficiales de las comparsas siguiendo la tradición. La conservación del traje tradicional ha venido determinado por la forma de desfilar en bloques, que es la propia de algunas localidades del Alto Vinalopó. En Petrer, sin embargo, se ha mantenido la característica inicial de que los trajes especiales sean variaciones más suntuosas del traje oficial de la comparsa a la que pertenecen, a la vez que las escuadras femeninas siguen luciendo trajes auténticamente femeninos, sobre todo en el bando moro.

El aumento espectacular del número de festeros, y sobre todo el auge de las escuadras especiales, promovió una auténtica industria de confección y comercialización de los trajes de escuadras especiales, creando apareciendo un nuevo sector económico con numerosas empresas que han creado muchos puestos de trabajo. La confección y alquiler de trajes festeros destinados a las escuadras especiales empezó en Alcoy y corría a cargo de la misma Asociación de San Jorge. En la década de 1970, y sobre todo en la de 1980, algunas escuadras especiales de Villena se constituyeron en empresas dedicadas a la confección y alquiler de trajes festeros. En la década de 1990, surgieron otras empresas de este tipo en otras localidades festeras, a las que se añadieron otras empresas de alquiler de carrozas, de organización de boatos y algunos grupos de ballets que son contratados y desarrollan su actividad en de los desfiles de la mayoría de las localidades. Esto se añade a la actividad económica tradicional de las bandas de música, a las que se han añadido en los últimos años los grupos de percusión y las collas de dulzainas. En Villena, por ejemplo, existen en el año 2006 nada menos que 35 empresas de artesanía festera, que tienen unos seiscientos trabajadores y mueven un capital de cuatro millones de euros. Hay que señalar que los trajes algunas escuadras especiales tienen un coste económico equiparable al de las Fallas valencianas de categoría especial y superior al de las fogueres alicantinas más caras. Por ejemplo, la escuadra de Abbasíes, perteneciente a la comparsa de Moros Realistas de Villena, estrenó en 1991 un traje, que el año siguiente lució en la Expo de Sevilla, de trece millones de pesetas de coste total de la escuadra (formada por 14 personas), de manera que cada unidad salía a casi un millón de pesetas. En esa época, las fallas valencianas de categoría especial más costosas (las que obtenían el primer premio) rondaban los quince millones de pesetas y alguna de ellas, de manera excepcional, podía llegar a los veinte millones. Las menos costosas de las siete fallas de categoría especial giraban en torno a los siete u ocho millones de pesetas. En las Hogueras de Alicante, la más cara apenas superaba los cinco millones de pesetas. Hay muchas escuadras especiales en las fiestas de moros y cristianos que superaban esa cantidad en cuanto al coste de sus trajes. A esto hay que añadir los boatos, carrozas, ballets y otros muchos complementos que se contratan para los desfiles a empresas que los comercializan. Para promocionar el sector, se ha celebrado la feria denominada Expofiesta, en Villena en 1982 y 1983 y en I.F.A. (Institución Ferial Alicantina) a partir de 1994. En Villena, se empezó a celebrar en el año 2004 la Feria de Artesanía Festera Artefiesta. Hay que decir que el sector de la artesanía festera se configura como una alternativa a esas industrias tradicionales de esta zona (el calzado, el juguete y el textil principalmente) tras la crisis desencadenada como consecuencia de la competencia de las economías emergentes de los países asiáticos por la supresión de aranceles a partir del 1 de enero de 2005.

En algunas localidades, los trajes de las escuadras especiales se estrenan todos los años el día de la entrada. Se diseñan y confeccionan en la misma ciudad, a veces por las mismas escuadras que luego los estrenan, y después se alquilan a otras localidades para amortizarlos, con lo que se ha creado una auténtica industria de confección de trajes festeros a desde los años setenta. En la mayoría de las localidades, por el contrario, los trajes de las escuadras especiales se alquilan en otras localidades, y casi han llegado a sustituir a los trajes oficiales en la mayoría de ellas. Este hecho ha tenido una consecuencia importante en la organización de las comparsas y en el coste económico de las fiestas, debido a que las escuadras especiales han adquirido una cierta autonomía dentro de sus comparsas y han utilizado locales festeros propios, los “cuartelillos”, generalmente alquilados pero algunas veces adquiridos en propiedad.

La misma función que tienen las escuadras especiales en cuanto a la historicidad de las fiestas la han pretendido realizar también los ballets históricos que participan en las Entradas, principalmente en los boatos de los cargos festeros, que han proliferado sobre todo en la década de 1990. Entre las localidades en las que más ballets han aparecido figura Alcoy y, de una manera muy especial, Almansa. Los ballets se han especializado y son contratados y participan también en las Entradas muchas otras localidades.

Las fiestas han seguido evolucionando en el último cuarto de siglo y el pretendido rigor histórico de los trajes y las escenografías ha dejado paso en Alcoy a la fantasía posmoderna de carácter guerrero y carente normalmente de rigor histórico. Los trajes actuales de las escuadras especiales y ballets de la ciudad del Serpis, de colores oscuros y a base de pieles y metales, se acercan a la figura mitológica del ‘hombre salvaje’, aunque la generalización de esta tendencia en los trajes alcoyanos en los últimos años se explica mucho mejor por la influencia del cine histórico-fantástico americano actual, influenciado a su vez por el mundo del cómic a través del actual cine norteamericano. En efecto, el primer diseñador alcoyano que diseñó trajes de este estilo a principios de la década de 1990 se inspiró en la película Connan el Bárbaro, y este tipo de trajes se conocieron al principio como “trajes de tipo Connan”.

A su vez, este tipo de trajes y la escenografía de origen cinematográfico que se utiliza en los boatos alcoyanos y en las escuadras de negres y de blancs se debe a la influencia de la posmodernidad que ha invadido el cine histórico norteamericano, el teatro contemporáneo e incluso la ópera en la escenografía y el vestuario. El cine norteamericano actual es más cercano al cómic que al cine histórico tradicional y su influencia en la estética de los trajes de las escuadras especiales y boatos es evidente. Se ha llegado a ver, incluso, una escuadra de la comparsa de Labradores o Masers con media cara pintada de azul imitando al protagonista de la película Brave Heart. Es la estética de la posmodernidad, que se ha generalizado en el cine, el teatro, la ópera, el arte y la cultura en general y, a través del cine y del teatro sobre todo, se ha introducido también en las fiestas de moros y cristianos. Es también una de las consecuencias del impacto de la globalización, que está haciendo que las mismas pautas culturales y estilos artísticos, en este caso posmodernos, se difundan por todo el mundo.

Además del cine norteamericano, en las fiestas de moros y cristianos de algunas localidades, sobre todo de la Montaña alicantina, también se imitan los modelos estéticos posmodernos exhibidos en los acontecimientos de mayor difusión en los últimos años, como pudieron ser las escenografías de La Fura dels Baus de la Ceremonia Inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. Podría pensarse que se está produciendo en la actualidad un retorno a la premodernidad o falta de interés por la historicidad que caracterizó a las comparsas que aparecieron en el siglo XIX. Pero, ahora, la influencia ya no proviene del romanticismo como entonces, sino de la posmodernidad, que es la corriente cultural imperante a finales del siglo XX y principios del XXI.

Hay que decir que la posmodernidad es la corriente cultural y artística dominante desde la década de 1980, tanto en el mundo científico como en todo tipo de espectáculos y manifestaciones culturales y artísticas. Es la forma actual del nihilismo filosófico de F. Nietzsche y J. P. Sartre y se caracteriza, por tanto, por la negación de la metafísica y la ética tradicional por la negación de la identidad y de la esencia de las cosas, y por el eclecticismo o mezcla de culturas, utilizando la hermenéutica o interpretación como medio de conocimiento (vid. Vattimo, 1986a, 1986b, 1989, 1990, 1992). La realidad no se puede conocer por sí misma, sino sólo a través de la interpretación que de ella se realice. Epistemológicamente, lo que se busca ya no es conocer la verdad, sino una verdad personal o particular y, por lo tanto, el conocimiento ya no es objetivo, sino subjetivo, cobrando importancia la interpretación de la realidad a través de los mitos. Se ha aplicado inicialmente, y sobre todo, a la estética, aunque se ha extendido a toda la cultura actual.

La guerra es un elemento fundamental en la nueva estética de los trajes y de la música de las fiestas de moros y cristianos. Este hecho es también paralelo al espectáculo y el arte, ya que en las representaciones posmodernas es normal ambientar libremente las obras clásicas del teatro y de la ópera en la II Guerra Mundial y vestir de nazis a “los malos” de la obra en cuestión. Es normal el uso del chaquetón largo de cuero por el personaje perverso de la obra, recordando los chaquetones de cuero de los nazis y de las SS. Esto se justifica perfectamente en la posmodernidad, ya que esta corriente cultural se justifica en la eliminación de la metafísica y de todo fundamento de las cosas para evitar la posibilidad de que existan ideologías políticas o religiosas que puedan llevar a la guerra, como ocurrió en las guerras de religión del pasado y, ya en el siglo XX, en la II Guerra Mundial y en los conflictos bélicos de la Guerra Fría, con el enfrentamiento de regímenes políticos que fueron consecuencia de las ideologías nacional-socialista y marxista.

La posmodernidad se ha introducido igualmente en la música festera, tanto en las marchas moras como en las marchas cristianas, con unas composiciones originales (que no son adaptaciones de bandas sonoras), pero imitan el estilo de la música del cine norteamericano. Se caracterizan por la menor importancia de melodía, la casi ausencia de percusión, un ritmo diferente al de las marchas moras y cristianas tradicionales y unas características guerreras debidas a su espectacularidad, a pesar de su práctica ausencia de percusión. La innovación posmoderna de las últimas décadas ha sido posible por las características peculiares de la entrada alcoyana, ya que en ella las únicas innovaciones se producen cada año exclusivamente en los boatos y éstos dependen de los cargos festeros (cuatro en total) tanto en el aspecto artístico como en el económico, lo que les da libertad para montar escenografías más innovadoras.

Todo artista recibe y ha recibido influencias a la hora de crear, tanto en el arte como en la música o el espectáculo, y los mismos artistas lo reconocen. La crítica del arte, la crítica literaria y la crítica musical estudian, entre otras cosas, las influencias recibidas por los artistas, escritores y compositores, respectivamente. En las fiestas de moros y cristianos, la influencia del cine, del arte y de la literatura del momento, y de las fuentes iconográficas correspondientes, ha ocurrido en todas las épocas. Por poner sólo algunos ejemplos, el traje de la filà Contrabandistas de Alcoy se inspiró en los dibujos de Gustavo Dorée, en la década de 1830, el traje de la comparsa de Turcos de Sax se sacó de una colección de estampas de los ejércitos del mundo en 1920 y la comparsa de Americanos de Villena surgió en 1928 por influencia de las películas de caw-boys del cine mudo que los villeneros podían ver en el Teatro Chapí.

Sobre la influencia cinematográfica americana en la música festera, basta recordar la utilización en 1993 de la banda sonora de la película Superman por la Unión Musical Contestana, que acompañaba al capitán cristiano de ese año. Hay que destacar, igualmente, la adaptación a marcha mora de bandas sonoras de algunas películas norteamericanas como Éxodo, de Ernest Gold (por Enrique Castro Gamarra), Caravanas (por Pedro Joaquín Francés) y, más recientemente, Lawrence de Arabia, de Maurice Jarre (por Fanny Bañuls), El último mohicano, de Trevor Jones, La Misión, de Ennio Morricone, 1492. La conquista del paraíso, de Vangelis, y Titanic, de James Horner (estas últimas, realizadas por Gaspar A. Tortosa Urrea). Se editó, incluso, un CD titulado Del cine a la fiesta, en el que se incluían las grabaciones casi todas ellas interpretadas por la Sociedad Unión Musical de Cañada.

Pero la posmodernidad también ha influido claramente en la música festera. En la década de los noventa aparecen nuevos compositores jóvenes e innovadores como Joan Enric Canet (Benicadell, entre otros), Ramón García i Soler (Batallers, entre otros), Marcos Gandía Conejero, Miguel Sarrió Nadal, etc. La mayoría de estos nuevos compositores han introducido la música contemporánea en la música festera (la disonancia y las nuevas tendencias) y han reflejando en ella la postmodernidad de las fiestas, imitando frecuentemente la música de las bandas sonoras del cine norteamericano. El compositor de Muro José Rafael Pascual Vilaplana innovó la marcha mora con Xavier el Coixo (1988), compuesta para ser interpretada por una colla de dulzainas, y sobre todo con Cavall de Foc (1996), introduciendo en la música festera la música contemporánea, incluso la música disonante, sobre todo en sus innovadoras marchas moras y marchas cristianas (Archaeus, Jessica, Tudmir, y una larga lista de composiciones de este prolífico y magnífico compositor). Un precedente de esta innovación musical es la marcha Picadilly Circus, del compositor contestano José Vicente Egea Insa (1961), “con claras influencias del jazz” (Pascual, 2012, 81), en la que introdujo en las fiestas de moros y cristianos ese nuevo estilo influido por la música contemporánea norteamericana, y el pasodoble Guy’s Band, con la misma influencia norteamericana, como el mismo título indica: “Pero, sin lugar a dudas, el punto de inflexión más importante en la evolución de las marchas cristianas lo generó una obra ganadora del XXVIII Festival de Música Festera de la Asociación de San Jorge de Alcoi en 1991, la marcha Picadilly Circus del maestro José Vte. Egea Insa (Cocentaina, 1961). En ella se resumían distintas tradiciones de la marcha cristiana a nivel estructural, pero con ropajes del todo novedosos tanto en el ámbito de la instrumentación como en el armónico, con claras influencias del jazz e incluso con pasajes aleatorios. Todo un atrevimiento que abría nuevos horizontes a este género y que se trasladaría a otros como el pasodoble o la marcha mora” (Pascual, 2012, 81). Se puede hablar de una auténtica americanización de la música festera, mediante la cual parece se ha pretendido que las comparsas desfilen, más o menos, a ritmo de jazz, aunque parece que afortunadamente no lo han conseguido.

En la última década, no obstante, unas pocas obras han sido las más interpretadas en los desfiles de todas las poblaciones, y todas ellas son de estilo tradicional. Hay que destacar la popularísima marcha mora Sisco, del ontiñentino Daniel Ferrero Silvaje, la marcha cristiana Caballeros de Navarra, de caravaqueño Ignacio Sánchez Navarro, y la marcha mora Caravana, del compositor de Beneixama Pedro Joaquín Francés, que es una adaptación de la banda sonora de la película Caravanning. También ha sido muy interpretada la marcha mora ya clásica Moros Españoles, compuesta en 1944 por José Pérez Ballester y dedicada a la comparsa homónima de Ontinyent. Todas ellas, de gran aceptación popular, se caracterizan por la calidad e inspiración de sus melodías, que llegan fácilmente al público, y por su ritmo pausado, que es el ideal para marcar el paso en los desfiles. Por eso, se eligen de forma mayoritaria para los desfiles, con preferencia sobre otras que, por su complejidad y su carácter posmoderno, son más adecuadas para su interpretación en las salas de concierto, y no tanto en los desfiles en la calle. Se ha producido claramente una disociación entre la música festera innovadora, más apropiada para ser interpretada en un concierto más que en la calle por su complejidad armónica y estructural y por la riqueza en la instrumentación, y los gustos de los festeros, que prefieren obras más tradicionales, sencillas y melódicas, pero más adecuadas para desfilar y marcar el paso en los desfiles.

NOTAS PIÉ DE PÁGINA:

1.- En el bando moro, aparecieron en el siglo XX las filàes de los Ligeros (1901), Marrakesch (1902), Abencerrajes (1904), Mudéjares (1904) y Benimerines (1980). En el bando cristiano, aparecieron las de Guzmanes (1907), Vascos (1909), Navarros (1918), Montañeses (1921), Cruzados (1926), Mozárabes (1926), Astures (1934, desde 1969 con el nombre de Almogávares), Alcodianos (1960) y Aragoneses (1962).

2.- Este fenómeno se puede observar en la mayoría de las localidades, pero de una manera especial
en que tienen mayor número de comparsas, como Villena, Sax, Elda, Castalla o Cocentaina. En Villena, el interés por el rigor histórico no se plantea hasta los años cincuenta, con la creación de nuevas comparsas que se ajustan a la Reconquista, como los Almogávares en 1954, los Moros Nazaríes en 1955, los Moros Bereberes en 1956, los Árabes en 1960 y los Ballesteros en 1966, con la desaparición de las comparsas anacrónicas, como la de Romanos en 1949 (sustituida por la de Almogávares en 1954); con el cambio de nombre de otras, como la de Marineros por Marinos Corsarios en 1963 y el de Americanos por Árabes (1960) y después por Ballesteros (1966), y con el cambio de algunos trajes tradicionales anacrónicos, como el de los Marineros en 1955, 1960 y 1963 (Domene y Sempere, 1989, 139-140, 176-177) y el de los Cristianos en 1964 (Soler Ríos, 1993), perdiéndose así de forma lamentable el traje de la antigua soldadesca. La intervención del Ayuntamiento fue decisiva en estos cambios, ya que fue el concejal presidente de la Comisión de Festejos quien convenció en 1954 a los festeros que querían recuperar la comparsa de Romanos para que crearan la de Almogávares y quien obligó en 1959 a sustituir la de Americanos por Árabes y a cambiar el traje de los Marineros por uno más histórico proporcionado por el mismo Ayuntamiento. Tras el fracaso de dicho traje en el alicantino Desfile de la Provincia el 23 de junio de 1960, la comparsa de Marineros desapareció, volviendo a reaparecer en 1963 con el nombre de Marinos Corsarios y con otro traje distinto. La intención de los fundadores de la comparsa de Bereberes también era la de recuperar la comparsa de los Tercios de Flandes, pero en 1956 fueron convencidos por el concejal de festejos para crear una comparsa más histórica como los Moros Bereberes, cuyo nombre fue idea de uno de los socios fundadores. En Sax, se aprecia con mucha nitidez este cambio de mentalidad festera, que se refleja a partir de los años setenta en la creación de nuevas comparsas como los Alagoneses en 1970 (a propósito de don Artal de Alagón, que murió en Sax de una pedrada en 1238), cinco años después del hermanamiento de Sax con Alagón y como consecuencia de él. En los años siguientes, aparecieron otras comparsas historicistas como los Árabes Emires en 1973 y los Caballeros de Cardona en 1989 (a propósito de En Ramón Folch de Cardona, que también participó en la conquista de Sax); y lo mismo ocurrió en otras muchas poblaciones. La iniciativa del hermanamiento de Sax con Alagón y de la fundación de la comparsa Alagoneses fue, precisamente, del entonces alcalde de Sax, Joaquín Barceló Verdú. El mismo fenómeno ocurrió en otras poblaciones festeras, pudiéndose citar por ejemplo la comparsa de Caballeros del Cid de Elda, creada en 1973 y desaparecida en 1980, la de Huestes del Cadí de esa misma población, creada en 1976, la de Tarik de Caudete en 1977, la de Tariks de Biar en 1984 (aunque su traje fue copia exacta del de la filà Marraquesh de Alcoy), la de Mudéjares de Castalla en 1986, entre otras. En Cocentaina, ya había aparecido la filà Kabileños en 1904, pero fue justo al finalizar la guerra civil cuando se crearon la mayoría de las filàes del bando moro que aparecieron en el siglo XX, y prácticamente todas ellas fueron historicistas: los Berebers en 1939, los Bequeteros y la Guardia Jalifiana en 1941 y Mudéjares en 1942. Las nuevas filàes del bando cristiano aparecieron ya en la década de 1950 y también fueron totalmente historicistas: los Creuats en 1952 y los Almogàvers en 1954. Finalmente, la filà Gentils se creó en 1963 (como sucesora de la antigua filà Sant Hipólit) y la filà Berberís, en 1994. En Banyeres de Mariola, apareció en 1977 la filà Califas y en 1980, la filà Jordians, con un traje de cristiano medieval y tomando a San Jordi como referente. En Petrer, los Vizcaínos, que usaron un traje de las guerras carlistas del siglo XIX hasta 1918 y otro a imitación del ejército argentino a partir de ese año, lo sustituyeron por uno más medieval en 1972 y, después, aparecieron los Moros Fronterizos en 1971 y los Moros Berberiscos en 1975.

3.- Un ejemplo paradigmático del interés por el rigor histórico mostrado por el régimen de Franco se encuentra en Villena y se documenta de forma muy evidente. Es interesante mencionarlo porque constituye un modelo que se repitió en otras localidades. El interés del nuevo régimen por el rigor histórico de las comparsas se puede comprobar y se refleja en las actas de las Comisión de Fiestas del Ayuntamiento de Villena, siendo expuesta muy claramente por el Presidente de dicha comisión y Concejal de Festejos, Ricardo Guillén Yáñez, en la junta del día 12 de septiembre de 1953, en la que “el presidente da cuenta de la solicitud presentada de constituir una nueva comparsa rectificando la antigua de romanos”: “La comisión estima muy necesaria una comparsa que personifique al bando cristiano con vestuario guerrero de los tiempos de la reconquista, ya que el bando cristiano necesita de hondas rectificaciones para su adaptación a la fiesta de moros y cristianos. Sigue diciendo el presidente que la labor es difícil y lenta pero piensa poner manos a la obra para, mediante el convencimiento, llegar a conseguir una comparsa digna del carácter simbólico de las fiestas de moros y cristianos que haga su aparición en las próximas fiestas”. En la junta del día 21 de octubre de 1953, se dice que “el presidente informa que ha asistido a la junta general de la comparsa que se ha constituido y que él estima que debe denominarse Almogávares, ya que estas fuerzas parece ser que fueron las que realizaron el definitivo esfuerzo para la reconquista de nuestra ciudad a los árabes. Que está convenciendo a los componentes de la comparsa y realizándose las primeras gestiones para el vestuario más apropiado, ya que no es incompatible la más sana diversión festera con la fidelidad a las auténticas tradiciones del pasado”. Fue, por tanto, el mismo Concejal de Festejos el que propuso o impuso tanto el nombre de la nueva comparsa como el traje de la misma y pretendió, además, que iniciara el bando cristiano en los desfiles, de manera “que él estima que el puesto que debe corresponderle a los almogávares es el primero del Bando Cristiano, dándole personalidad a éste y distinguiendo su clara separación del Bando Moro”. Esto, sin embargo, ya no lo consiguió por la negativa de casi todas las demás comparsas del Bando Cristiano.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

DOMENE VERDÚ, José Fernando (1997a): “Las fiestas de moros y cristianos”.
Revista anual Día cuatro que fuera. Villena. pp. 254-272. DOMENE VERDÚ, José Fernando (1997b): “El origen de las fiestas de moros y cristianos en el área levantina”. Revista anual Día cuatro que fuera. Villena. pp. 279-284.

DOMENE VERDÚ, José Fernando (1997c): “Alto Vinalopó”. En el coleccionable titulado Fiestas y tradiciones alicantinas pueblo a pueblo. Diario La Verdad. Agedime, S.L. – Editorial Mediterráneo. pp. 185-213.

DOMENE VERDÚ, José Fernando (2006): “Historia de las Fiestas de Moros y
Cristianos de Villena”. En Domene, J. F., González, M. A. y Vázquez, V. (Coord.): Las fiestas de Moros y Cristianos en el Vinalopó (coord.). Col•lecció l’Algoleja / 8. Centre d’Estudis Locals del Vinalopó. Alicante. pp. 155-186.

DOMENE VERDÚ, José Fernando (2008): Historia de las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena. Los textos de las Embajadas y la Conversión en la Historia de las Fiestas de Villena. EPdV. Villena.

DOMENE VERDÚ, José Fernando (2012): “Fiestas de moros y cristianos en la Comunidad Valenciana”. En Martínez Pozo, Miguel Ángel (coord.): Fiestas de moros y cristianos en España. Huella del milenio del Reino de Granada. Exmo. Ayuntamiento de Benamaurel – Granada. pp. 324-340.

DOMENE VERDÚ, José Fernando (2015): Las fiestas de moros y cristianos. Publicacions de la Universitat d’Alacant. San Vicent del Raspeig. 384 pp.

DOMENE VERDÚ, José Fernando y SEMPERE BERNAL, Antonio (1989): Las fiestas de moros y cristianos de Villena. Alcoy. 221 pp.

DOMENE, J. F., GONZÁLEZ, M. A. y VÁZQUEZ, V. (coord.) (2006): Las fiestas de Moros y Cristianos en el Vinalopó. Col•lecció l’Algoleja / 8. Centre d’Estudis Locals del Vinalopó. Alicante. 304 pp.

GIL SAÚCO, Primitivo (2013): “Las fiestas de moros y cristianos de Villena en la prensa del siglo XIX”. Día cuatro que fuera. pp. 106-113.

GUILLÉN YÁNEZ, Ricardo (1953): “Las dianas”. Villena. Revista anual Septiembre 1953.

PASCUAL VILAPLANA, José Rafael (2012): “La música de banda en las fiestas de moros y cristianos. Apuntes de aproximación al origen de un género bandístico”. En Martínez Pozo, Miguel Ángel (coord.): Fiestas de moros y cristianos en España. Huella del milenio del Reino de Granada. Exmo. Ayuntamiento de Benamaurel – Granada. pp. 70-87.

PRIETO DE PAULA, Ángel Luis y DOMENE VERDÚ, José Fernando (2014): Rodrigo Gabaldón. Comedias Marianas. Los reflejos esclarecidos del sol coronado de astros, María de las Virtudes, en el cenit de Villena (I y II). Publicaciones de la Universidad de Alicante. Sant Vicent del Raspeig. 2014. 253 pp.

VARGAS LLOVERA, María Dolores (1999): “La identidad en un ritual festivo: El Ball dels Espíes”. En Oliver Narbona, Manuel (coord): Jornadas de Antropología de las Fiestas. Identidad, mercado y poder. Coordinador: Manuel Oliver Narbona. Expofiesta: Feria Nacional de las Fiestas Populares. Sueca. pp. 97-108.

VATTIMO, Gianni (1986a): Las aventuras de la diferencia. Pensar después de Nietzsche y Heidegger. Barcelona. Península. 173 pp.

VATTIMO, Gianni (1986b): El fin de la modernidad: nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna. Barcelona. Gedisa. 160 pp.

VATTIMO, Gianni (1989): Más allá del sujeto. Barcelona. Paidós. 104 pp.

VATTIMO, Gianni (1990): En torno a la psmodernidad. Barcelona. Anthropos. 169 pp.