El mito en las fiestas de Moros y Cristianos. Un mito: el del bien y el del mal


Francisco Hernández Marín

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Las fiestas, fenómeno innato y necesario. Nosotros la celebramos en la modalidad de Moros y Cristianos. Un acontecimiento colectivo de gran complejidad, rico y variado, y que cumple diversas funciones (social-lúdica, religiosa, histórica, de conformación de la identidad colectiva…).

En ella coexisten lo propiamente religioso, lo mítico, lo estético, lo cultural, lo emocional, lo inconsciente, lo creativo, lo colectivo,..., como comenta S. Rodríguez Becerra: “…fiesta y velada, ritual religioso y goce festivo… forman un todo difícilmente disociable…”(RODRÍGUEZ, 2000:15), en realidad en la fiesta se mezclan muchos elementos. En definitiva en la fiesta una comunidad muestra lo que es ella, y por ello la fiesta tiene un valor simbólico fundamental (BERNABEU, 1981:32), que se manifiesta a través de lo ritual, lo simbólico, los actos externos y los mitos…, como dice Joan Prat ya sea “ a través de la dramatización de hechos míticos, pseudohistóricos la histórica " (PRAT, 1982: 154 ). El mito en la fiesta de alguna manera está presente, aunque a veces no se detecte de forma consciente.

1.- EL MITO EN LA HUMANIDAD

Todos necesitamos ritos, mitos y símbolos…, ya que exponen aspectos difícilmente explicables o expresados con palabras de forma conceptual o que se nos escapan a la percepción inmediata, sobre todo en la sociedad que nos toca vivir. Son necesarios, de alguna manera si no los tenemos nos lo inventamos; Paco García en el I Congreso de fiestas de Moros y Cristianos indicó al respecto:”…Cuestión distinta es que todo festero viva la otra religión que la fiesta ha creado, la cual vendría explicada por la necesidad humana de alumbrar nuevos mitos… Bastará enunciar que hay muchos festeros que, porque no creen en Dios, han divinizado a San Jorge, a su virgen de las Virtudes o a su San Bonifacio” (GARCÍA, 1976: 173).

Los mitos han existido siempre. Las comunidades han necesitado conocer e interpretar sus orígenes, la realidad, su sentido colectivo,… Aunque el mito es un término difuso y con pluralidad de sentidos, aquí lo entenderemos como a lo que se refiere como fabuloso, extraordinario,… La mitología es una pieza importante para la conciencia de la propia identidad de una comunidad, Jesús Azcona lo afirma categóricamente: “Toda comunidad necesita un orden cronológico en que fundar el presente y de una historia a partir de la cual hacer realidad y dar sentido a lo que acontece cotidianamente” (AZCONA, 2000: 115).

Sirven y ayudan a justificar y fundamentar la organización social, las creencias sociales, las costumbres y los actos populares, así como a preservar la memoria colectiva y a sentirse parte de la historia común. Los mitos se han transmitido oralmente y sin espíritu crítico. Parecía que dentro del contexto de la modernidad el rito, el mito, la fiesta,… iban a desaparecer, porque supuestamente eran obstáculos del progreso y la racionalidad, pero actualmente ha pasado lo contrario: se han revalorizado.

Los mitos han permitido simbolizar la realidad a través de relatos alegóricos fantásticos, fabulosos, extraordinarios, de la historia de la comunidad. Han tenido una función significativa en las distintas culturas. Desde este punto la leyenda o narración popular es parte de la cultura de un pueblo y al ser cultura es parte de la fiesta.

2.- EL MITO EN LAS FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS

Desde la perspectiva que presentamos el mito, lo entendemos por un relato tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes extraordinarios, un acontecimientos significativos para el colectivo o la concepción de las cosas de forma extraordinaria, en un tiempo prestigioso y lejano.

Nuestros pueblos están llenos de relatos alegóricos que cuentan hechos increíbles y milagrosos, y que de alguna manera han ayudado a configuran su identidad, su yo comunitario. De ahí que muchos de ellos se ritualizan, sobre todo los más significativos para esa comunidad, y las fiestas son el mejor canal para ello ya que son ricas en un lenguaje que no es racional, abstracto…, sino simbólico (ARIÑO, 1996:7), especialmente las fiestas de Moros y Cristianos, con tantas dimensiones y dando apertura a los sentidos y a los sentimientos y afectos.

Las leyendas y narraciones extraordinarias no las podemos desligar de lo simbólico en las fiestas. A pesar de las situaciones de increencia y despego religioso, la colectividad sigue manifestando la “creencia” en el relato tradicional y participando, y de forma masiva, en las celebraciones festivas religiosas, romerías, o actos donde se da un mayor protagonismo a lo extraordinario y a lo simbólico,… Algunos aspectos a tener en cuenta son:

* En la mayoría de fiestas hay siempre una leyenda o relato maravilloso. Lo que menos importa es cómo acontecieron los diversos hechos, si fueron históricos o no, muchas de ellas, leyendas parecidas a otras leyendas de apariciones o hechos extraordinarios. Desde una perspectiva religiosa se entiende que en el relato Dios quiere decir algo a la comunidad, y eso se hace de una forma didáctica.

La veneración a las vírgenes y santos/as van acompañadas de una serie de motivaciones simbólicas: leyendas centradas en hallazgos de la imagen, del lugar que debe ser venerada y dónde debe ser construido el santuario. La leyenda tiene importancia en cuanto se quiere reconocer el hecho como un acontecimiento extraordinario y eso supone vinculación, y aparecen los santuarios, ermitas… y eso implica entre otras cosas legitimar y consagrar los límites territoriales y por lo tanto la identidad colectiva.

* Pero también el relato es clave como elemento de iniciación como pueblo, de con-figuración como colectivo. Vamos a tratar brevemente dos casos:

2.1. El caso de Villena

Recordemos brevemente que la leyenda indica que ante una epidemia, el pueblo busca refugio en una zona más sana, donde hay una fuente, y que buscan un patrón o patrona, y por tres veces sale por “intercesión divina” la papeleta con el nombre de la Virgen de las Virtudes, papeleta que no estaba puesta; van una representación del pueblo a buscar una imagen, y antes de partir la imagen aparece portada por unos mozos que una vez depositada en las manos de los lugareños, desaparecen. La imagen, y ahí está lo extraordinario, desea ser patrona y permanecer en el lugar; posteriormente se construye una capilla y luego un santuario. Ello es la expresión de una vinculación, no sólo con la imagen sino también con el lugar, y este pertenece a una comunidad. De ahí que todas las fiestas hasta el siglo XIX se celebraban en ese lugar: el santuario. Posteriormente con la desamortización de Mendizabal se traslada la imagen a Villena.

En la leyenda de la aparición de la Virgen, como todos los relatos-leyendas de hallazgos de imágenes, se refleja en el fondo de los elementos: lo maravilloso, lo extraordinario del descubrimiento, y por otro lado el lugar o medio físico unido a elementos de la naturaleza (epidemias, fuentes, ….) que determina el lugar exacto de culto y fija las condiciones de la elección. Este tipo de relatos son numerosísimos en el ámbito peninsular y parece que responde a la necesidad de la comunidad a que sea un hecho extraordinario, como indica Honorio V. Velasco en el I Congreso de Religiosidad Popular, parece que “perdiera su sentido o valor si se hubiera visto tallar o esculpir” (VELASCO, 1989: 401).

Todo ello es configurado por una cultura de origen agrario y por la particularidad que tiene Villena de su mezcolanza castellano-manchega, murciana y valenciana, consecuencia de su importante enclave geográfico: cruce de caminos. Ello va a llevar el tener una recreación propia de su identidad. La Virgen va a ser el símbolo fundamental, en torno al cual la ciudad de Villena va a establecer sus relaciones, su identidad y su peculiar forma de ver las cosas. Las fiestas van a ser el medio por el cuál se va a crecentar esas características, vivir la identidad como un patrimonio valioso de la ciudad y desarrollar el rito.

Unas fiestas que junto a ser una recreación histórica, tiene un fuerte componente lúdico, participativo y masivo; es una materialización de los ritos religiosos, como una ofrenda a la patrona, donde toda la comunidad se cohesiona y se integra, entorno a ella surge el nosotros; a este respecto José Luis Bernabeu en: “Significados sociales de las fiestas de Moros y Cristianos” comenta: “ pero el fenómeno más característico de Villena en sus fiestas, es el de la aparición de esa solidaridad social agrícola a través de la vivencia del “nosotros colectivo”” (BERNABEU, 1981: 74). Si nos damos cuenta, las fiestas de Moros y Cristianos constituyen para los villeneros/as es la fiesta por excelencia, por ello cuando se refieren a ellas se indica simplemente las fiestas. Las fiestas les introduce en un tiempo distinto, en un tiempo y lugar casi paradisiaco, liberador, anhelante: “Día 4 que fuera”, y al mismo tiempo son una llamada colectiva, y por lo tanto la fiesta ha sido, hasta hace poco tiempo, de toda la comunidad: de festeros y no festeros, codo con codo, hombro con hombro se sienten enteramente comunidad.

2.2. El caso de Alcoy

El mito de San Jorge ha configurado no sólo la fiesta sino la percepción de los alcoyanos. La fiesta se entiende como “… rito de acción de gracias por los acontecimientos míticos que desencadenó el personaje de San Jorge” (ESPÍ, 1982: 9). El mito hace que se interprete los hechos históricos (1276, el caudillo del Vall de Alcalá Al-Azraq puso en pie de guerra las comarcas fronterizas del reino de valencia y sitió la villa de Alcoy; allí encontró la muerte en el asedio) desde una clave antropológica de buenos y malos, concretado en la intervención divina, a través de San Jordi, a favor de los defensores de la Villa de Alcoy (cristianos) y en contra de los atacantes (huestes de Al- Azraq). Hay que indicar que Alcoy en esa fecha se estaba configurando como villa, era una población muy pequeña.

Este mito lleva a concretar la fiesta en aspectos teatrales, como si de una representación litúrgica se hablara, casi de un auto sacramental. El mito, en palabras de Adrián Espí va “institucionalizar el rito, de acción de gracias al personaje protector, San Jorge. Y del rito va a surgir la fiesta” (ESPÍ, 1982:16). Esto lleva a la comunidad a tener una cohesión social en torno al rito que desarrolla el mito (San Jorge elige a Alcoi como pueblo protector), y ello va a consolidar sus raíces históricas y su propia identidad.

Esta rememoración histórica a través de la fiesta la ha mimado y cuidado con esmero la burguesía alcoyana (Alcoy fue el primer núcleo industrial del País Valenciano); ésta utiliza la fiesta para desarrollar y potenciar su sistema de valores sociales. Y el vehículo va a ser la exhibición de los atributos sociales.

* El mito ha tenido, también, una función catequizante-moralista ligada al patronazgo local, a ello contribuyó el Concilio de Trento y la bula del Papa Pulo III en 1642 donde ordena que sólo se tuviese un solo patrón/a y que se celebrasen fiestas. Indudablemente, muchas veces, lo político, social,… han utilizado todos estos elementos como anclaje evasivo, justificación del estatus y canal catequizante.

3.- LA LUCHA ENTRE EL BIEN Y EL MAL

Un mito extendido en todas las civilizaciones y culturas, quizás el más desarrollado en el tiempo y espacio, es el de la supremacía del bien sobre el mal. Todas las grandes religiones tratan este binomio: el bien y el mal, y la humanidad siempre se ha preguntado por este dilema y ha aspirado al bien.

Esta dualidad se proyecta también en la mayoría de fiestas (carnavales, romerías, ritos de fuego, ludomaquias, fiestas del Corpus,...). Desde el origen del hombre ha existido esta dualidad, y ello deriva las diversas representaciones de la lucha entre ambos principios, personificados de distintos modos en cada momento histórico, el bien se simboliza en el bueno que la comunidad otorga esa categoría, igualmente con el mal lo hace en el malo.

Siempre hay una tendencia a la supremacía del bien sobre el mal. En este sentido la fiesta es una fantasía que busca la presencia de lo bueno, en palabras del antropólogo Honorio Velasco: “… en la fiesta reina la bohomie, que nos invitamos unos a otros, que nos humanizamos; en la fiesta llamamos a las puertas del ideal, porque la fiesta se convierte en una alegoría del deseo” (VELASCO, 2000: 15). La dramatización de la eliminación del mal es un componente importante de lo festivo, en este sentido la antropóloga Nieves Herrero se refiere a este mito y su función:”…La fiesta, como expresión de un orden ideal, representa siempre el deseo de superar el mal, de restaurar el orden precario de la existencia humana…” (HERRERO, 2001: 217).

El mito del bien y el mal configura el entramado de muchos de nuestros pueblos: leyendas, apariciones, relatos históricos… casi siempre aparece la figura del patrón/patrona como salvador y encarnación del bien, en la eterna pugna antagónica del bien y el mal. Ha habido santos que han tenido una importancia en nuestra Comunidad Valenciana y que han proyectado una religiosidad militarista y maniquea, donde reflejaban a través de simbolismos la contraposición angélico-diabólica del Bien y el Mal, hablamos por ej. de la iconografía de San Miguel, san Jorge, San Jaime.

4.- EL MITO DEL BIEN Y EL MAL EN LAS FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS

En la fiesta de Moros y Cristianos el consciente colectivo ha manifestado dos mitos, haciéndolos rito y al mismo tiempo que fuese el centro y eje de la fiesta, y que están interrelacionados: la confrontación de culturas y religiones a través de la lucha moro-cristiana, y el binomio del bien y el mal. Las fiestas de Moros y Cristianos trascienden la mera escenificación entre dos culturas y dos religiones (cristianan y mora) que coexistieron entre principios del siglo VIII y principios del XVII. Estos hechos históricos, convertidos en leyenda y en recuerdo de los mitos principales de la Historia de España, sirven de argumento de nuestras fiestas (DOMINIOS, 2015: 23), y éstas a su vez son continuación del enfrentamiento entre el bien el mal.

De alguna manera este elemento maniqueo (bueno-malo) está presente en nuestras fiestas, no sólo en lo que conlleva la fiesta, sino también en muchos textos de embajadas, en las danzas, la soldadesca, las conversiones del moro al cristianismo, la quema de la Mahoma (en el origen se entendió como un símbolo religioso)…, unas veces se expresa con un carácter catequizante, otras veces es la vivencia de la gente. J. Caro Baroja ya lo expresó en El estío festivo que Moros y Cristianos son algo más que unas realidades históricas determinadas, porque a partir de ellas han cobrado también una dimensión mítica (CARO, 1984: 128). Aparecen a lo largo de estos dos siglos de fiestas comparsas, "Fila",… que no tienen nada que ver con lo medieval, pero que nos muestran elementos de los contrario, distinto,..., en definitiva en el entramaje de los buenos y malos

En Andalucía en las fiestas de Moros y Cristianos la representación del Mal y el Bien está representada a través de Luzbel y el Ángel, que “ naturalmente son los aliados respectivos de los moros y cristianos”( DOMÍNGUEZ, 1989: 133). En la zona valenciana “lo moro” está presente en el horizonte mítico en el consciente colectivo, hasta el punto que muchas veces para indicar el tiempo de una cosa, se indica: “esto es del tiempo de los moros”. En los relatos populares se habla en el origen de una lucha entre Moros y Cristianos, en el cual los antepasados ejercieron como cristianos, donde a unos se les identifica con los buenos y a otros con los malos. Un conflicto que se ha proyectado en la fiesta en una religiosidad militarista y maniquea.

Esta pugna del bien y el mal en nuestras fiestas se manifiesta de forma a veces explícita y otras ocultas. La población a lo largo de la historia ha concretado el mal en lo moro y todo lo que representa, y ese odio que muchas veces ha sido operante en el consciente colectivo se fundamenta más por el miedo de la población a los moriscos, a la presión turca y de los piratas berberiscos, y de otros piratas, a las costas alicantinas, y, posteriormente en el siglo XIX al conflicto con Marruecos, más que en la llamada “reconquista”; a todo ello los problemas actuales de pesca, los temas de las plazas africanas, contribuyen a alimentar la fobia a lo que en realidad muchas veces no se conoce.

Nuestras fiestas son producto de una cultura y de sus valores, son influenciadas por la sociedad del momento; por lo tanto no han sido ni son asépticas, ni abstractas, ni inocentes. Muchas veces religión y patria, guerra de conquista y santa cruzada se confunden, reflejando los intereses y valores del poder de cada momento. Antonio Ariño manifiesta en este sentido :“ Las formas religiosas militaristas y dualistas –nacional católicas- del ritual festero o bien pertenecen al pasado o su expresión de la concepción de la sociedad actual por parte de grupos minoritarios que viven con la mirada vuelta hacia atrás” (ARIÑO, 1985segundo: 364).

Se ha basado en un esquema ideológico-cultural dualista, acentuando el lado del bien en el campo de los vencedores, como comenta Jose Luis Bernabeu:"De las culturas que enfrentan, de entre cuya pugna sale una victoriosa, en este caso la cristiana” (BERNABEU, 1981:74).

Ello ha supuesto incidir en el componente guerrero-bélico y religioso de victoria de las fuerzas cristianas, representativas de la verdadera fe, frente a las musulmanas, significadoras de la gentilidad. Y ello conlleva que los atributos de honor, valentía, valor, honradez, orgullo de sangre, disposición a dar la vida por la patria, así como la verdad y la razón… se concretan en el lado cristiano, y en el otro, toda la cobardía, la sensualidad y carnalidad desbocada, la infidelidad, la arrogancia, la obstinación; sigue indicándonos Antonio Ariño:”…Un lenguaje dualista, como el de los mitos, para explicar se interpreta. Todo el bien de una parte, toda la perfidia de otra… Un dualismo más maniqueo, imposible. Y sin embargo, la diversión popular se monta sobre esta concepción ideológica” (ARIÑO, 1985una: 133).

Pero este discurso donde el moro es identificado con el mal, con lo diabólico, según las distintas situaciones históricas y políticas, se ha transforma en el enemigo en general, en el oponente. De ahí que la ideología nacional latente durante bastante tiempo, ha desplazado el significado del moro a nuevos significados, a nuevas concreciones formales del principio del mal: el turco, el protestante, el francés, el contrabandista, el liberal, el republicano, el comunista…, por lo tanto todos los sucesivos “enemigos” de la patria han sido identificados con el mal y han sido considerados partícipes contra la unidad nacional y la esencia religiosa verdadera (ARIÑO, 1988: 56). El recordado Juan José Capel en las primeras jornadas de antropología de la fiesta acentuaba en este sentido: “ la fiesta ha tenido una interpretación basada en la época franquista que desarrollaba este tipo de fiestas para justificar y legitimar su base ideológica, creando mitos” (CAPEL, 1999: 184).

El repertorio mítico-ritualista, donde se ha plasmado la identidad cultural, ha entendido muchas veces la vida como lucha, la patria como fortaleza y la fe como combate. No obstante este dualismo del mal y el bien proyectado en el triunfalismo bélico-religioso en algunos sitios está perdiendo su sentido; no es que no se visualice y se simbolice en la fiesta, pero cada vez más no es el eje motivador de la fiesta. Actualmente se entiende la fiesta como la expresión de la diversidad del modo de ser y sentir de cada pueblo. Habría que ver las verdaderas y reales motivaciones para hacer la fiesta.

5.- CONCLUSIONES

La comunidad se expresa a través de la fiesta. Ésta es rica y variada. El elemento mítico es una parte fundamental de la misma y una manifestación del pueblo.

¿Porqué divertirnos en base al esquema ideológico: moros y cristianos, como malos y buenos?. La fiesta no es un fenómeno irrelevante e inofensivo, proyecta una visión, una concepción del mundo, una visión de nuestra historia, y es que la visión maniqueista perdura. Es importante representar la histórica pero en toda su extensión, no en sus elementos maniqueos y dualistas. Hay que valorar lo que cada cultura y religión aportó a lo largo de los siglos.

Por ello habrá que:

1. Potenciar en los diversos ámbitos festeros la reflexión, el diálogo… sobre el sentido y significado de la fiesta, las señas de identidad, el conocimiento de las tradiciones populares y el amor a ellas, la dimensión religiosa, los valores…

2. Cuidar y cultivar en todos los ámbitos festeros el respeto a otras culturas.

3. Es el momento de que cuidemos el lenguaje, los símbolos,… de respeto al otro; es el momento de reorientar temas como la Mahoma, las conversión del moro al cristianismo,...

4. Cuidar y conservar los rituales y al mismo tiempo adecuarlos cuando contradigan los derechos humanos, la dignidad de las personas y el respeto a otras culturas….

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