Correctísimo político y religioso en la actual fiesta de Moros y Cristianos. Cuando el Moro ya no es el otro, o si


Albert Alcaraz i Santonja

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Pocas decisiones, como las tomadas por las autoridades festeras de Bocairent y Beneixama en 2006 han sido más trascendentales para el desarrollo futuro de nuestra fiesta de Moros y Cristianos. Situémonos.

Día 4 de febrero, Bocairent (La Vall d’Albaida, València). Como viene siendo habitual desde hace más de cien años, a mediodía, tras la embajada mora, la Mahoma, la conocida imagen gigante de cartón y madera, símbolo del bando moro, será instalada en el castillo de fiestas en señal de victoria y de posesión del mismo por estos. A la noche, tras la reconquista cristiana, y tras serle explotada la cabeza y arrojada al suelo, la Filà de Marrocs, la paseará en comitiva por la calles del pueblo en el acto conocido como “Enterro de la Mahoma” al son de la popular tonada “El Maseret”.

Sin embargo, este año algo hay algo en el ambiente que hace presagiar que el acto no se va a desarrollar tal cual. Desde buena mañana, la localidad está tomada por reporteros gráficos y televisiones que llegan de diversos lugares para darle cobertura. Y no por los motivos habituales de difusión del patrimonio festivo-etnográfico-cultural, de los que tanto gustan desde hace unos años los medios de comunicación de masas. Hay algo más y es muy serio. El mundo islámico late encendido desde hace unos días tras la publicación en Dinamarca y posterior difusión por todo el planeta de unas viñetas de Mahoma. La más que previsible imagen de la voladura de la cabeza de la figura conocida como la Mahoma seguro que será de “alto voltaje” y hay que estar allí para capturarla.

Finalmente, tras una jornada muy intensa y de mucha presión, sobre todo para Vicent Silvestre, presidente de la Associació de Festes de Moros i Cristians a Sant Blai de Bocairent, el acto no tendrá lugar. Tele 5, que ha enviado un equipo de reporteros, en su informativo, habla de un lavado de cara en la fiesta para evitar conflictos culturales y no herir sensibilidades. “La fiesta de la Mahoma se deja en el camino mucha tradición”, relata la presentadora al introducir la noticia.

Una semana más tarde, como muchos otros rotativos, el diario El Mundo, en su suplemento dominical Crónica, del día 12 de febrero, se hará eco de la noticia bajo el siguiente titular: “Ya no queman a la Mahoma ¿Los Moros y Cristianos, amenazados”.

Durante las siguientes semanas, medios de comunicación de toda Europa (daneses, belgas, rusos) se interesarán intensamente por la polémica. La Fiesta, durante unas semanas, estará metida de lleno en el ojo del huracán.

Medio año después, en Beneixama (L’Alcoià, Alacant), se repetirá el guion. La Comissió de Festes de Moros i Cristians acuerda tomar la misma decisión que Bocairent. El 7 de octubre, El País, refiriéndose a estos hechos titula: “La Mahoma se cae de las fiestas de Moros y Cristianos”.

Han pasado diez años desde entonces y parece ser que la polémica ha terminado y aquel momento crítico superado. ¿Ciertamente? Veamos.

En este contexto de debate y reflexión sobre la Fiesta y al hilo de la línea de investigación propuesta por el responsable de esta ponencia: LA RELECTURA DE LOS HECHOS HISTÓRICOS EN EL CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO ACTUAL, a menudo nos planteamos cuáles son los motivos o razones que se siguen para la adopción de cambios como los ya mencionados relativos a la Mahoma u otros relacionados con los textos de la fiestas (relaciones, embajadas, conversiones, etc.): una cuestión verdadera de respeto, o un miedo fundado a una posible reacción violenta. Ese es el gran interrogante. Y la duda entre una u otra respuesta, el principal problema al que hoy nos enfrentamos.

LA VISIÓN DE LAS COMUNIDADES ISLÁMICAS.

Después de algunos puntuales incidentes posteriormente aclarados (se trató de un hecho realizado sin ninguna intencionalidad, fruto más bien del desconocimiento), como el ocurrido en 2002 en Ontinyent (La Vall d’Albaida, València) cuando la capitana mora y su escolta desfilaron sobre una alfombra que llevaba grabada inscripciones del Corán, y de alguna sugerencia como la realizada en 2015 por el imán de la mezquita de Villena sobre la oportunidad de cambiarle el nombre a La Mahoma (a efectos oficiales desde el año pasado su denominación es la de “símbolo del Bando Moro”), las comunidades islámicas españolas no observan ningún hecho reprochable hacia su fe en la Fiesta. Más bien, todo lo contrario, como quedó bien demostrado en la contundente respuesta realizada en octubre de 2006 por la Junta Islámica de España tras las declaraciones del entonces presidente provisional de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, sobre la “necesidad de suprimir las fiestas de moros y cristianos”, expresada en los siguientes términos:

“Por medio del siguiente comunicado, la Junta Islámica de España expresa:

Primero. Su rechazo a las declaraciones del Sr. Félix Herrero, que fue elegido presidente provisional de la FEERI en el mes de enero, acerca de la “necesidad” de suprimir las así llamadas “fiestas de moros y cristianos” que se desarrollan en diferentes partes de España.

Segundo. Valoramos de forma positiva los cambios efectuados en las fiestas dado que en ellas se han eliminado los aspectos ofensivos, como arrojar al vacío un muñeco que representa al Profeta del Islam, expresiones bárbaras cuyo origen se remonta a los años oscuros de dictadura política y religiosa en nuestro país, en los cuales se fomentaban la denigración y escarnio hacia las otras religiones.

Tercero. Consideramos básico para la convivencia y la paz social en un estado democrático, el saber equilibrar el irrenunciable derecho de libertad de expresión con la responsabilidad, la prudencia y el respeto hacia las creencias e ideas de los demás.

Cuarto. Teniendo en cuenta estas consideraciones, no sólo no nos oponemos a la celebración de estas fiestas sino que -conscientes de su componente catártico-invitamos a las ciudadanas y ciudadanos, incluyendo al Sr. Herrero, a unirse a ellas con alegría y espíritu lúdico. Siempre será preferible teatralizar el pasado desdramatizándolo que volver a reproducirlo en su crudeza original.”

LA VISIÓN OFICIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA.

Al respecto hemos de considerar también la versión oficial de la Iglesia Católica, que no es otra que la indicada en 1965 por el Concilio Vaticano II sobre el respeto a otras confesiones religiosas y que queda claramente definida en la declaración Nostra Aetate. Sobre las relaciones de la Iglesia con la religiones no cristianas, punto 3:

“La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia.

Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian además el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno.

Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres”.

Tal afirmación supuso ya todo un cambio en la conciencia de muchos católicos respecto a la religión musulmana y su práctica. También supuso cambios en la fiesta de Moros y Cristianos, sobre todos en aquellos actos donde aparecía la figura de La Mahoma. Varias localidades la eliminaron de su secuencia festiva (Elda, Petrer, Callosa d’en Sarrià, …), otros dejaron de explotarle la cabeza (Banyeres de Mariola), Bocairent ya no la volvió a quemar. Pero además, hubo otra razón de peso que aconsejó suprimir o suavizar esta práctica, los intereses económicos que en aquellos años ya empezaban a aflorar debido a la incipiente relación comercial de varias de estas localidades (exportación de tejidos, mantas y zapatos) con los países árabes.

MAUROFILIA Y MAUROFÓBIA EN LOS ANTECEDENTES DE LA FIESTA.

Nuestra fiesta de Moros y cristianos, como bien sabemos, presenta numerosos antecedentes prácticos: simulacros de batallas terrestres y naumaquias, juegos de cañas y torneos, comedias y relaciones, alardos y funciones de soldesca, etc.. Todos nacen en períodos donde la relación con el musulmán presenta un claro escenario de confrontación y alteridad: incursiones fronterizas entre los pueblos que marcan el sur del reino cristiano de Castilla con el nazarí de Granada, ataques berberiscos en la costa mediterránea y conflicto permanente con el imperio otomano, guerras coloniales por el control y posesión del norte de África. Todos estos episodios, mantenidos a lo largo de siglos, han ido configurado una imagen emocional-mítica de la figura del moro: representación del enemigo y del infiel (función semánticamente ampliada durante la Guerra de la Independencia y maniqueamente utilizada por Franco durante la Guerra Civil), pero también, no hay que olvidarlo, del antepasado-antecesor y de lo exótico. Y son todos estos elementos los que configuran hoy en la forma más que en el fondo el moro en la fiesta. La atracción por un otro imaginado, construido y proyectado a través de siglos de celebración y de repetición de un mismo discurso cargado de intencionalidad identitaria y catequética, nos hace adoptar cada año, al menos en la mitad de los casos, el rol de esa figura hasta hace bien poco tan lejana espacial y temporalmente, y a la que en las últimas décadas, mediante cuidados e historicistas boatos, indumentaria y relatos, pretendemos acercarnos con rigor y respeto.

No hay más que comparar muchas de nuestras fiestas centenarias con aquellas surgidas en el contexto de la restauración democrática en España. Fijarse en los textos de embajadas como Crevillent, Alaquàs, Camp de Mirra, Oliva, por citar algunos ejemplos, que basan su hilo argumental en la propia historia local, suavizando tanto la confrontación dialéctica que en algunos casos incluso se podrían considerar ilógicas para envites de este tipo y cotejarlos con los de Onil, Bocairent, La Vila Joiosa, Villena u Ontinyent, en los que impera el relato nacionalista decimonónico de la Reconquista y que principalmente sirven como elemento propagandístico efectivo de cara a un público que necesita alimentarse de grandes gestas ante un panorama de desolación absoluta tras la pérdida del imperio colonial y un permanente estado de guerra civil. No resulta por tanto gratuita la expresión con que se inicia la embajada mora de Ontinyent, escrita en 1860, justo cuando recién las tropas del General Prim han tomado la ciudad marroquí de Tetuán:

“Acaba España de mostrar que sabe pelear y vencer, y de Marruecos dominar los feroces estandartes. Ven hoy a ver como en alegres burlas, recordando el valor de nuestros padres, unos somos cristianos, otros moros, y todos en quererte ¡oh patria! Iguales”.

O la pronunciada por el embajador contrabandista de La Vila Joiosa (texto de 1860) cuando solicita la incorporación de su tropa al bando cristiano:

“Concluyan, pues, las discordias; batamos a esa canalla, porque todos somos hijos de la altiva y noble España. No en contiendas fratricidas, no en nuestras luchas villanas derramemos nuestra sangre, que es para todos sagrada. Guardémosla; que después es preciso derramarla contra esas huestes que vienen de las costas africanas. Demostremos que los hijos de esta tierra tan hidalga, siempre marcharon unidos en defensa de la Patria”.

Parlamentos estos, repletos de galantería y de retórica bélica, donde los hechos religiosos servirán tanto como referencia patronal identificadora de los combatientes de ambos bandos como argumento catequético: la victoria de los de la cruz sólo es posible gracias a la ayuda de la divinidad:

“Pocos contra muchos, pequeña y corta es mi mesnada y la suya aguerrida y numerosa“ relata en Fontanars dels Alforins (la Vall d’Albaida, València) el capitán cristiano dejando constancia de la lucha desigual entre unos y otros. Un nuevo combate entre David y Goliat que se decantará, al igual que en el pasaje del Libro de Samuel, a favor de quienes defienden la “fe verdadera”:

“La religión verdadera, emir moro, es la cristiana. Desecha la musulmana, superstición vil, grosera” (Fontanars dels Alforins),

y donde el fragor de la batalla no admite sutilezas ni medias tintas:

“que un español no se vende, como se venden los moros “ (Embajada mora, la Vila Joiosa),

“Antes morir que sucumbir con mengua, antes que moro el español es mártir” (Ontinyent.),

“y temblarán de mi brazo el turco, hereje y judio” (Coloquio de Vilanova d’Alcolea).

Expresiones todas estas que contrastan notablemente con el espíritu de la embajada cristiana de Alaquàs, escrita en 1981, y que concluye del siguiente modo: ““Doncs que havem arribat a la concòrdia i la pau entre les nostres nacions, estes portes del castell, obertes des d’ara, donaran pas a la justícia, al respecte i al treball. Naix hui un poble nou on l’autoritat compartida serà el dret i el fonament en la convivència, el respecte i l’acompliment de la llei.¡Què els nostres descendents, siguen orgullosos dels nostres actes!Sigam, tots, un sol poble. ¡Moros i Cristians! ¡Visca Alaquàs!”.

CAMBIAR O NO. EL MANIDO ARGUMENTO DE LA TRADICIÓN.

En los dos primeros congresos nacionales de Fiestas de Moros y Cristianos organizados por la UNDEF ya se abordó la realización de cambios de tipo formal sobre algunos elementos festivos, sobre todo en el caso de La Mahoma:

En Villena (1976), Miguel Maestre Castelló afirmó que “no se trata de utilizar la efigie como motivo de mofa o irreverencia. Es cierto que se podría hacer una representación más digna, que cabría hacer una restructuración, superando su apariencia de muñeco grotesco. (…) La efigie de Mahoma debe mantenerse, aunque se depure y ennoblezca su representación, siempre, claro está, que esté enraizada en una tradición festera. Yo me atrevo a decir que sin la efigie de Mahoma acaso no tendrían sentido las Fiestas de Moros y Cristianos de Biar”.

En Ontinyent (1985), José Blanes Peinado, refiriéndose a la desaparecida presencia del ritual de la Mahoma en Elda se preguntaba “¿Por qué no resucitar esta magnífica costumbre, este rito simbólico de nuestra Fiesta que bien podría llamarse de otra manera y representar principios que no hieran la sensibilidad de nuestros amigos, los pueblos árabes?”.

Hace más de cinco siglos, nadie, a este lado del mundo, se habría planteado esta cuestión. Era otra época y otras las circunstancias y así lo vemos cuando leemos la Crónica del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, donde se relata uno de los primeros festejos de moros y cristianos que se conocen (Jaén, 1463):

“Año de MCCCLXIII. Venidas las fiestas de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo (…) como todos conocían que el deseo del dicho Condestable fuese ejercitarse después de los hechos tocantes a la guerra, en combates sales fiestas y juegos de cañas (…) buscaron invenciones tocantes de esto y el domingo que fue segundo día de Pascua, después de comer, se acordaron doscientos caballeros de los más principales y mejor arreados de su casa y de la ciudad de Jaén, la mitad de los cuales fueron en hábito morisco, de barbas postizas, y los otros cristianos. Y los moros fingieron venir con su rey de Marruecos, de su reino, y traían delante a su profeta Mahoma, de la casa de Meca, con el alcorán e los libros de su ley con gran ceremonia, en una mula muy emparentada, y en somo un paño rico en quatro varas que traían quatro alfaquíes, y a sus espaldas venía el dicho Rey de Marruecos, mui ricamente arreados con todos sus cavalleros bien ajaezados, y con muchas trompetas y atavales delante (…) Y después que ovieron jugado las cañas, el Rey de Marruecos con todos sus moros, levando su profeta Maomad y su Alcoran delante, llegó a el dicho señor Condestable, y fízole un razonamiento so la forma siguiente: Y diziendo y faziendo, dieron con él, con los libors que traian en tierra, y con mui grandes alegrías y gritas, y con muchas trompetas y atavales fueron fasta la Magdalena, y en la fuente de ella lanzaron el su profeta Maomad y a su Rey derramaron un cántaro de agua por somo de la cabeza en señal de bautismo”

Pretendemos que nuestra fiesta alcance por parte de la UNESCO el reconocimiento como patrimonio inmaterial de la humanidad. Sin las consideraciones antedichas de respeto jamás lo conseguirá, y lo sabemos. Nuestra fiesta ya no es un ritual cerrado y autoalimentado por unos participantes que cada año repiten la misma ceremonia sin alteraciones ni influencias externas. Hace tiempo que la hemos abierto al resto del mundo, pretender mantenerla intacta casi no tiene sentido, y más cuando aquel otro en quien nos transformábamos, nos resulta ahora tan próximo, o no.

Martínez Pozo, en su reciente trabajo Fiestas de Moros y Cristianos en el Mediterráneo español, propone usar el estudio y explicación de la fiesta de de Moros y Cristianos como herramienta para la educación en valores, como instrumento para el encuentro multi e intercultural. Considero que ese debe ser el camino a seguir. Desterrar de nuestro vocabulario la palabra moro para referirnos a aquel con quien compartimos aula, trabajo, esperanzas y avatares debería ya ser un primer paso. Y dejarla únicamente para el ámbito de la fiesta, donde simboliza aquella figura a la par histórica y mítica de la que una vez nos servimos para construir de manera interesada tanto un relato histórico como una ficción lúdica. Porqué no debemos olvidar que esta fiesta de los Moros y Cristianos, en su origen y evolución se nutre de un clara concepción dual, de la lucha entre dos realidades enfrentadas: moros y cristianos, fieles e infieles, nacionales y extranjeros, buenos y malos. Podremos corregir la falta de respeto a las creencias musulmanas no quemando a La Mahoma o cambiándole el nombre, aludiendo en este último caso incluso a razones históricas:

* Toledo, 1533, fiestas en conmemoración por el desembarco del rey Carlos V en Barcelona: “e fiçieron un castillo en Çocodover muy alto e torreando con él moros bien atabiados a la morisma y dentro él el gran turco defendiendo el
castillo”.

* Alacant, 1700, fiestas por el primer centenario del nombramiento como colegiata de la iglesia de San Nicolás de Bari: “lo que mas entretuvo divertido el gran concurso, fue la fiesta propia de Alicante, que llaman de combate de Moros y Cristianos… Se forma un Alcazar de madera en la Plaza del Mar, que mantienen y guardan los Christianos. La tarde antes del día de la fiesta, hazen ademan los moros de embarcarse en el Baver (actual playa de Babel). Y por la mañana al amanecer, haze con la campana el Castillo la señal, que llegan al Puerto embarcaciones de Moros… Desembarcan finalmente los moros, ponen sus tiendas, y se forman en el muelle, todos con turbantes, vestidos a la turca, llevando en alto con ceremonias supersticiosas á un Anciano, que llaman ellos el Papáz, y es su Jefe. Y puesta allí una tienda mas rica, y grande para su Papáz, despachan varias Espías, que van enmascaradas á reconocer los passos, y la fortañeza del Alcazar. Las figuras y passages ridículos, que hazen estas Espías, llevan divertido con risadas a todo lo que es Plebe, y numeroso Pueblo. Formanse despues en batallon los moros… Envian su Embaxada al Gobernador de los Christianos, quien la desprecia… Embisten los moros por varios costados… Dura reñida la lucha algun tiempo, y finalmente ganan los moros y se hazen dueños del Alcazar. Entonces es de ver, y admirar para la Plebe, ya el Papáz sentado enmedio de la Estancia de la fortaleza.. Por la tarde envian su embaxada los Christianos al Papáz. Y el moro corta la cabeza al Embaxador, y la pone á vista de los sitiadores… vienen los Christianos con artillería… y medio destruido el Alcazar con los golpes de las balas, lo ganan finalmente los Christianos…”

* Orihuela, 1789, fiestas celebradas con motivo de la proclamación del rey Carlos
IV: “Después de estos y del carro de los Garbanceros seguían los Mesoneros con la graciosa idea de un gigante Turco de 27 palmos, que aparentando andar por sí mismo, movía los ojos, boca y el brazo derecho con un alfange, en acción de defender un vítor que llevaba en el izquierdo”.

O dejar que unos años ganen los moros y otro los cristianos, como de hecho ocurre en Lleida. Pero esto no eliminaría el elemento definitorio de la fiesta: la lucha. Porqué como apuntaba Antonio Ariño en el II Congreso Nacional (Ontinyent, 1985): “no podemos aceptar que la fiesta sea un fenómeno irrelevante e inofensivo. Expresa una concepción del mundo profundamente arraigada, transmite una ideología y una visión de nuestra historia, fija unos modelos y unos paradigmas morales, que son históricos y condicionados por las necesidades de una época y una sociedad”. Es ahí donde debemos incidir para no proyectar sobre el presente una visión deformada de una realidad que no es ni muchísimo menos aquella en la que se originaron y consolidaron nuestras fiestas de moros y cristianos. Donde entra el papel del educador, del investigador y del festero. Momento para hacer, como propone Pozo pedagogía, de aprovechar el bagaje festivo para educar en valores y acercarnos unos a otros. Sería un buen principio, tanto para la convivencia como para la propia fiesta, seguro.

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