Noticia del brazo de San Jorge Megalomártir


Antonio Belda

En la región italiana de la Calabria, junto al litoral, se halla el monasterio de San Jorge de la Flor. Sobresaliente por guardar el brazo del glorioso mártir San Jorge.
Frecuentemente, las reliquias de los santos son llevadas de un lugar a otro (designio oculto de Dios) y como transferidas milagrosamente. Esto no sucede por el abandono de los lugares de culto; antes al contrario es causado por la injuria de los malhechores.
Cuarenta y un años antes Lucio, abad del monasterio y sobrino de un cardenal, las escondió; pasando por ello muchas insidias y evitando la profanación de los incrédulos. Esa es la verdad.
En tiempos del Papa Celestino, de feliz recuerdo; sucedió que mientras cierto varón noble, Francisco de nombre, se hospedaba en el monasterio (la carta apostólica del Papa al abad le recomendaba) habitando como en un puerto de tranquilidad, el pirata “Mugracrio” ocupa el litoral, profana los lugares y destruye la región y el monasterio. No respeta ni a Dios ni a los hombres.
Al ver el panorama, el hombre bueno y devoto, iluminado por Dios, va rápidamente a la capilla del Santo, coge el brazo de San Jorge, sale y toma la primera nave que halla. Navega hacia Venecia cuando cae en manos de ladrones que le roban el dinero y otras cosas. Protegido por Dios y por la intercesión del glorioso San Jorge, no pudieron encontrar y robar su reliquia.
Llegado a Venecia, la reliquia es entregada en el monasterio de San Jorge Mayor, a la custodia del monje Marcos, que a su vez lo esconde en el monasterio de San Zacarías.
Poco después es sabida la historia. Discute el Senado y se aprueba que se deposite el brazo de San Jorge en el monasterio de San Jorge el Mayor de Venecia.
Con asistencia del Dux, Senado, prelados, abades, clergy, etc. es trasladado.
“En el año mil doscientos noventa y seis de la Encarnación del Señor, el día séptimo de las calendas de septiembre: que el muy invicto Mártir mire desde el cielo a la República, al Muy Ilustre Senado y al Pueblo, los guarde y proteja por su continua oración ante el Trono de Dios; a quien sea el honor y el imperio por los siglos de los siglos. Amen.”
ACTA SANCTORUM-VENETIIS, 1742, apud Baptistan Albrizzi, págs.. 133-134

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