Consideraciones sobre la Iconografía de San Jorge


José Luis Mansanet Ribes

El culto a San Jorge es muy antiguo. Según los investigadores hacia el año 530 ya se veneraba en Lydia, antigua Dióspolis, cuya iglesia supuestamente sobre su tumba era objeto de peregrinaciones, y su culto se extendió rápidamente por el Oriente ortodoxo. Y luego por el Occidente católico, sobre todo a partir de las Cruzadas y de los relatos de sus apariciones en las batallas como protector de los cruzados y de quienes luchaban contra los enemigos de la Fe.

Se había realizado la transmutación de un santo mártir en un santo guerrero, propio de la época que idealizaba lo caballeresco y que fue recogido por la corriente iconográfica bizantina de aquellos tiempos, que realizó lo mismo con otros santos: Teodoro, Demetrio, etc.… Ocurriendo lo mismo en Castilla con el apóstol Santiago convertido en matamoros. San Jorge se transformó así en un Caballero Andante a lo Divino, como recordaba Cervantes en Don Quijote.

La biografía del Santo, por esas otras razones, se halla confusa y envuelta en la fábula. Su vida – que en definitiva es lo que sirve de base a la iconografía – no ha podido ser concretada, aunque los investigadores están de acuerdo en estos hechos básicos: que era un militar romano, que sufrió martirio y muerte en tiempo del emperador Diocleciano.

Siglos después es cuando surge la Leyenda de San Jorge, la princesa y el dragón. Era una idealización del caballero, “La leyenda dorada” popularizada en el siglo XIII por el dominico e historiador Jacobo de Vorágine en su libro “Leyenda sanctorum” historiando vidas de santos.

Con todos esos datos no es de extrañar que la iconografía de San Jorge sea una de las más variadas y peculiares de toda la cristiandad, porque su presentación atiende tanto a su aspecto militar, como al tormento y martirio que sufrió (representaciones que son las menos y siempre con carácter secundario orlando lo principal), o a su lucha con el dragón, que son las más, y las que predominan a partir del siglo XII, aunque ya la vemos en las pinturas de las iglesias rupestres del Valle de Göreme, en capadocia, (de los siglos VI al IX), especialmente en la Iglesia de la Serpiente, donde San Jorge y San Teodoro están pisoteando a dúo una serpiente.

San Teodoro se representa también lanceando un dragón, pero su caballo es de color rojizo y generalmente marcha de derecha a izquierda de la composición pictórica, por lo que el jinete lancea de derecha a izquierda. En San Jorge el caballo es blanco, marcha generalmente de izquierda a derecha, la capa del jinete invariablemente es roja, y lancea al lado derecho, aunque esos detalles, que son bizantinos, no siempre se han conservado así en los siglos posteriores.

Esa iconografía del Santo armado caballero es la que se ha impuesto, especialmente en la Edad Media y parte de la Moderna, bien de pie, incluso pisando un dragoncillo, y más generalmente a caballo, alanceando un dragón a sus pies, con alas o sin ellas, que simboliza la representación del mal.

Lo que ha ocurrido con un santo como San Jorge de devoción tan universal en el espacio y en el tiempo, es que ha sido naturalizado por sus devotos según las épocas y lugares presentándolo a su semejanza. Los bizantinos lo muestran vestido y armado a lo romano (casco con penacho o no, loriga al pecho, capa roja recogida al hombro, faldellín, rodillas al aire con grebas en las piernas, lanza o espada y rodela); los cruzados lo vistieron como uno de sus guerreros, cota de malla, escudo alargado, cruz roja sobre su pecho y escudo; la Europa Central va a lo gótico, armadura medieval; Inglaterra incluso lo “nacionaliza” aportando su versión inglesa de la leyenda de la princesa; y en Aragón es invocado contra los moros (batalla de Alcoraz en Huesca en 1096; en la conquista de Mallorca, etc. ...; llegando a convertirse en Alcoy en un jinete romano matamoros (em 1810), de la misma forma que Castilla convirtió a Santiago en matamoros tras la batalla de Clavijo, devoción a Santiago que llegó a expandirse por toda España con el centralismo castellano del siglo XVI haciendo menguar la de los demás santos guerreros.

Los santos milites pierden protagonismo y actualidad en los tiempos modernos. Y eso ocurre cuando “la caballería andante” pierde importancia ante el empleo de la pólvora en las batallas, cuando desaparecen las guerras de religión contra infieles turcos y moros, y cuando otras circunstancias implantan otros modelos de devoción.

Sin embargo la iconografía tradicional ecuestre de San Jorge y el dragón está consolidada, resiste los embates de la crítica a la historia y a la leyenda, porque se ha convertido en la simbología de la lucha del bien contra el mal, que está representado por el dragón a sus pies, un dragón que a gusto de las circunstancias puede considerarse simbolizando cualquier mal. Tampoco faltan hoy día representaciones de pie o a caballo pero despojándole de su atuendo bélico y transformándole en símbolo de paz.

Un ejemplo actual de naturalizar un santo universal, de “nacionalizarlo” de alguna manera, lo hace Cataluña y especialmente Barcelona. La cita de los siguientes párrafos de la revista “Nadal de 1978”, de la Fundación Jaime I, del artículo “Símbols de Catalunya”, de J.M. Ainaud de Lasarte, me releva de todo otro comentario. Dice así “Els símbols son un signe visible una representació material que el poble ha destil•lat a copia d’anys o que d’alguna forma ha escollit per a concretar i identificar que es Catalunya i quins son els elements que ens diferencien als ulls dels qui no son catalans”, y entre esos símbolos analiza varios: “Les cuatre barres”, “Sant Jordi” etc.… y sobre San Jorge dice: “Sant Jordi, símbol catalanista. Especialmente al segle passat, la lluita de Sant Jordi amb el drac prengué una significació de la lluita de Catalunya per a assolir la seva llibertat. Sovint, el Sant deslliura una donzella que simbolitza Catalunya, presonera del drac del centralisme”.

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