El Castillo de Montesa


Emili Beüt

Es bien sabido que la Orden monástico-militar de Nuestra Señora de Montesa lleva además el título de San Jorge, que se le añadió el año 1400 cuando pe acuerdo entre el Papa Benedicto XIII y el rey Martín el Humano le fue incorporada la Orden de San Jorge de Alfama, disponiéndose en el Decreto de fusión que fuera sustituido el emblema que hasta entonces usaban los montesians por la cruz roja de San Jorge. Esto nos da motivo para incluir, entre lo que nosotros consideramos Milicias de San Jorge, los caballeros de Montesa. En consecuencia pensamos que no está fuera de lugar que nuestra anual col • colaboración al Programa de las Fiestas de Moros y Cristianos de Banyeres se al castillo de Montesa, que fue sede central de la repetida Orden, los despojos del que castillo, una 370 metros de altitud, coronan la cima de la colina que domina la ciudad del mismo nombre, obra que se reedificó en el siglo XIV, pero que su primitiva construcción data de muchos años atrás, posiblemente de época romana, mejorando por los árabes.

Este castillo de Montesa, en tiempo de la conquista, ya estaba en poder de Jaime I, quien por la pretensión del alcaide musulmán de Xàtiva tuvo que ceder-le para el año 1244, a cambio del castillo menor de aquella población, porque le resultaba de mayor interés en aquella ocasión el monarca cristiano, a quien retornó después, cuando fue sometida toda aquella zona.
Cuando unos tres años después Al-Azraq alzó en armas a los musulmanes y Jaume I se decidió expulsarlos, gran parte se dirigieron a Montesa, que entonces se encontraba en el límite del territorio conquistado por los cristianos. Según la "Crónica" del rey, allí "se reunieron unos sesenta mil hombres de armas, sin las mujeres y los niños ". A finales fueron dominados y pasaron a Castalla.

Años más tarde, en las postrimerías del reinado de Jaime I, se sublevaron otra vez los musulmanes nuevamente dirigidos por Al-Azraq; el rey se dispuso a combatirlos, pero ya viejo, tuvo que confiar la dirección de la lucha a su hijo, l’Infant. Pere, quien muerto su padre en 1276, continuó combatiendo; los sarracenos se replegaron a la protección de la estratégica fortaleza de Montesa, convertida en centro de rebelde • lió. El nuevo monarca, Pedro I de Valencia, la sitió en abril de 1277, y ante la tenaz resistencia musulmana se decidió a atacar personalmente, trepando a pie por la montaña, siendo recibido a pedradas que le destrozaron el escudo, pero no por ello se amilanó, más bien sino por el contrario, combatió con más ímpetu hasta apoderarse del castillo, quedando completamente vencidos los sarracenos.

tiempo después, cuando con motivo de la disolución de la Orden del Temple, Jaume II va crear la de Montesa, propiamente valenciana, el Papa Juan XXII autorizó por Bula del 10 de junio de 1317. El monarca, teniendo en cuenta que el territorio era aún fronterizo con tierra de moros, le dio el castillo de Montesa, para que el reedificarà e instala • lara allí, en ese estratégico punto, el convento que fuera residencia del Prior y el centro de la nueva Orden. El il • lustro valenciano Vidal de Vilanova haga la donación solemne, en nombre del rey, del castillo y también de la villa y el término.

Las obras de reconstrucción comenzaron en marzo de 1335. Tres años después se inició la edificación de la iglesia y las dependencias conventuales. Dentro del castillo quedaron la Sala Capitular, el claustro, la Sala Magistral, la sacristía, la biblioteca, el archivo, el refectori, la cocina, la despensa, el horno, la bodega, los graneros, las cisternas, las cárceles, las habitaciones, las caballerizas y oficinas. El Sacro y Real Convento de Montesa alcanzó gran renombre.

El castillo estaba rodeado de grandes y altas paredes; tenía torre del Homenaje y otros torreones, esto como puente levadizo. En la parte de arriba del muro exterior de una desmotxada torre, quedan todavía tres escudos góticos en piedra: el de las barras aragonesas, el de la cruz de la Orden de Montesa y el del Maestro Pedro de Thous, que haga la reconstrucción.

Este castillo fue calificado por los historiadores como los más fuertes del Reino de Valencia, por el espesor de las murallas, fortaleza de las torres y espaciosa plaza de armas, en la que se llama podían formar hasta 2.000 hombres. Desclot decía que era "un castillo alto y fuerte"; per a Viciana “era molt principal de Reino y muy hermoso y fuerte castillo”.

Cuando la guerra de Sucesión la Orden de Montesa ya había perdido su independencia para que Felipe II había incorporado el cargo de Maestre de la Corona en 1587. El castillo de Montesa quedó a favor de Felipe V, defendiéndolo contra las fuerzas del archiduque Carlos, que no pudieron apoderarse de él.

Una gran catástrofe ocurrió el año 1748, cuando en la madrugada del 23 de marzo un terrible terremoto haga convulsionó la montaña y descantellar las paredes del convento-fortaleza, muriendo sepultados, entre los escombros, el Prior y algunos religiosos y novicios. el día 2 de abril se repitió el movimiento sísmico, que aún se reprodujo, por lo que el convento y el castillo quedaron reducidos a una gran cantidad de ruinas. Siete años más tarde, el 1 de noviembre de 1755, hubo otra convulsión, que afortunadamente causó sólo escasos desperfectos. Como resultado de estas conmociones quedaron montones de ruinas esparcidas: bases de columnas, dovelas, gárgolas, lápidas, nervadures, cerámica.

Abandonados y saqueados quedaron aquellos escombros, sin que nadie les prestará atención. En 1926 se declararon las ruinas Monumento arquitectónico-artístico; años más tarde se iniciaron trabajos de limpieza por el Laboratorio de Arqueología de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, haciéndose excavaciones, que luego en diferentes períodos se han llevado a cabo con la ayuda del Estado y de la Diputación de Valencia, y que los últimos años se han repetido, además de las que por gestiones realizadas por la Asociación de Amigos de los Castillos, ha efectuado en varias etapas del Ejército, mediante los Ingenieros Militares.

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