De la conversión del Moro al Cristianismo


Anómimos del siglo XIX

Tú fuiste, Jorge, tú fuiste
revestido de energía.

Tú, cuya espada es el rayo,

tú, cuyo aliento es la brisa.

Tú, que en los claros cristales
del mar en calma te miras.

Tú, en cuyas huestes murmuran
las tempestdes dormidas.

Descarregar document