Conjuros y rogativas en Bañeres

Antonio Mataix Blanquer

Nuestra villa, a pesar de lo que se piensa, es rica en historia, tradiciones y fiestas. En la Fiesta se le considera entre las poblaciones pioneras, que celebran «Fiestas de Moros y Cristianos», por tener una tradición que se remonta a la soldadesca.

Como toda Comunidad que evoluciona, y la nuestra, en los dos últimos siglos, ha pasado de ser una población con carácter marcadamente agrícola a ser eminentemente industrial, con la siempre arriesgada adaptación a unas nuevas estructuras, modos de hacer y pensar, que ha hecho que muchas de las tradiciones, costumbres y usos, hayan sido desplazados, por, o bien desaparecer por completo o ser sustituidos por otros nuevos.

Entre las tradiciones que habría que resaltar, hay dos con carácter fundamentalmente de sociedad agraria, como son los conjuros y las rogativas.

Los conjuros

Datan de la más remota antigüedad, siempre para evitar el daño, peligro o alejar tormentas.

Bañeres ha estado muy relacionado con esta práctica, recordemos el «San Jorge el Vellet», situado en la ermita del «Conjurador», que sería la más antigua de todas, e incluso anterior a la primitiva Iglesia. Esta nace al pie del castillo, con la primera devoción a San Jorge, enmarcándose sobre 1249, cuando el Rey Jaime I concede los castillos y villas de Bigneres y Serrella a Jaufrido de Loaysa y su mujer Jacometa.

Datos relacionados con el «Conjurador», además de encontrarlos en los testimonios de nuestros mayores, nos lo describe D. Francisco Berenguer en su obra, cuando dice de «Sant Jordi el Vellet»: «Está en pie, lleva en la mano derecha una lanza y en la izquierda el escudo, en su pecho la cruz bermeja y ciñe banda» (1). O como nos lo reseña el Rvdo. re. Miguel Calatayud: «Estaba de pie, en una lanza, es de color gris y lleva una banda entre morada y roja».

Según la tradición, escribe D. Francisco: «Estaba antes de construir la nueva Iglesia, en la ermita de su nombre, llamada «El Conjurador», porque allí acude un sacerdote siempre que aparece tormenta a conjurar la tempestad y a pedir la protección de San Jorge, mientras en la Parroquia se voltea la campana que lleva su nombre para que ahuyente también las negras nubes» (2).

San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia, Virrey y Capitán General, en su última visita a Bañeres el 24 de Octubre de 1610 «mandó que se hiciera un retablo para la buena, decente y digna custodia de la imagen de San Jorge en su ermita, situada en el castillo» (3) y «permitió a este pueblo que pudiera descubrir a S.D.M. en tiempo de tormenta» (4).

Confirma la tradición popular estrofa de nuestros gozos a San Jorge cuando dice:

Cuando la tempestad ruge
La vuestra campana toca
Y al instante la tormenta
Ya toca rumbo en contra
Y ante tan gran devoción
Deja al pueble admirado.

Rogativas

Se definen como un canto de letanías y procesiones públicas. Se dividen en Rogativas Mayores, cuyo origen es muy remoto, pues parece que suplantaron las fiestas paganas, en que se hacían procesiones y súplicas a los dioses, éstas se solían celebrar en el mes de abril.

Las menores se instituyen en tiempos calamitosos, alrededor del año 495. En España se celebraban la semana después de Pentecostés, noviembre o diciembre (5).

Las primeras noticias que tenemos en Bañeres sobre la celebración de rogativas, se remontan al acuerdo Municipal de 8 de mayo de 1871, de salir en Procesión el 15 del mismo mes, a las Cruces del Agua, situadas en la subpartida de «Les Creus», en el Campo del Oro, a consecuencia de la fuerte sequía que la población venía sufriendo. Asisten a este acto el Clero, las Autoridades y el pueblo (6).

Otro dato lo encontramos en el mismo Archivo Municipal, cuando el 24 de marzo de 1877, se acuerda pagar 15 pesetas a D. Joaquín Miralles, por el sermón que predicó el día de las rogativas de las Cruces del Agua (7).

Observamos la importancia de estas prácticas y relevancia que tiene para la villa, basada en una economía predominantemente agraria.

Tanto las rogativas como los conjuros, tan sólo permanecen en el recuerdo de algunos mayores y como testimonio material queda un ángulo de cimentación de la Ermita del «Conjurador» y las bases donde estaban colocadas las tres Cruces del Agua.

Es lamentable que lo poco que nos queda, se pierda, o se quiera inventar algo que jamás existió con el afán de restauración.

No es buena la inmovilización, ni tampoco arrancar de raíz aquello que nos ha dado origen. Estos restos, que recuerdan una forma de pensar y vivir, sin desnaturalizarlos, habría que salvaguardarlos, cuidarlos y mantenerlos.

Antonio Mataix Blanquer

(1), (2), (3) y (4) «Bañeres y San Jorge». Francisco Berenguer Mora.
(5) «Año Eclesiástico y las Fiestas de los Santos». METRO. Villaescusa.
(6) 7 (7) «Banyeres. Estudio histórico-geográfico y cultural de la villa». Grupo Cultural de Investigación.

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