San Jorge en Inglaterra


Fernando Murcia

Ahondando en torno a la figura de nuestro caballero San Jorge, y pretendiendo encontrar las raíces que profundicen su condición universal, será interesante hacer un pequeño estudio sobre la relación que existe entre San Jorge e Inglaterra.

En la tradición inglesa permanece la opinión de que fue el emperador Constantino—-supuesto contemporáneo de San Jorge—-quien tomó la decisión de instaurar a éste patrón del país en el año 306. Aún transcurrieron varios siglos hasta que en 1194 el Rey Ricardo Corazón de León decide poner a su ejército bajo la protección del santo, adoptando el emblema de San Jorge, que había de quedar incorporado al estandarte Inglés.

Transcurre la Tercera Cruzada y, a raíz de las victorias obtenidas por Ricardo I sobre los sarracenos, éste cree en la intervención decisiva del santo. Por entonces la popularidad de San Jorge se había extendido por el país y es al regreso de Ricardo I y sus soldados cuando sus legendarias hazañas fueron propagadas y enaltecidas por el crédulo pueblo de la época. Tanto es así que la iglesia, siempre atenta a los movimientos espirituales que originan, tomó cartas en el asunto e intentó descartar la leyenda del dragón y los sacrificios de las doncellas y colocar a San Jorge en la lista de “aquellos cuyos nombres se ven justamente venerados entre los hombres, pero que sus actos son sólo conocidos de Dios.

De nada sirvió porque, ¿acaso la nebulosa de su origen no constituía un estimulo más para la imaginación popular? Y así el nombre de San Jorge fue llevado al calendario el día 23 de abril de 1220 y dos años más tarde el Consejo Nacional de Oxford proclamaba festivo este día.

La guerra de los Cien Años vino a ampliar aún más la popularidad del Santo. Hay que considerar que en el ambiente bélico de aquellos años se hacía necesario inculcar en los soldados la presencia activa en las batallas de algún ente celestial, como lo prueba la versión santiagueña castellana contra los moros. Cuadraba muy bien en la devoción que experimentaban hacia el dinámico santo-soldado, símbolo de unos ideales por los que merecía la pena combatir y morir.

El nombre del santo fue adoptado como grito de guerra, que había de resonar en mil batallas: "¡Dios por Harry, Inglaterra y San Jorge!” (¡Dios por la Victoria, Inglaterra y San Jorge!). Nos hace pensar que guarda un parecido espiritual con la exclamación
de la escuadra catalana: "¡San Jorge, firam, firam!”, tan profundamente unida a nuestra historia.

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