25 de abril


Ismael Ribera Barceló

No conozco, ni creo que conoceré nunca, el arranque histórico de los diversos actos que se realizan el último día de fiestas.

mas, porém, no deja de impresionarme su reanudación continuada a través de los años. Encierra, para mí, una serie de vivencias superiores a las de cualquier otro acto de la fiesta.

La larga hilera de festeros va ascendiendo lentamente por la calle de nuestro patrón disparando estruendosamente sus arcabuces. Es muy temprano todavía. Hay poca gente aún por la calle. Sólo los festeros y unos pocos paisanos.

De pronto llegan al cementerio viejo. La larga fila se detiene. Están recordando a sus muertos más antiguos. Quizás fueron los que iniciaron toda esta serie de actos que hoy vamos a realizar nosotros, sus descendientes.

Es tan solo un momento. Unas salvas y la marcha continuará. Como si nada hubiera sucedido. La subida se hace más empinada. Quedan tan solo unos metros para llegar al primer punto de destino. Es una continuación, como morada, de la parada anterior.

A medida que nos vamos acercando, las palabras van desapareciendo. Se va creando un clima interior de sumo recogimiento. Quien más, quien menos, tiene a alguien a quien recordar. Se va entrando lentamente. No hay prisa. Los festeros se van congregando en la parte inferior del camposanto. La mente de cada uno empieza a funcionar a ritmo palpitante. Los recuerdos se amontonan confusos. Son muchas escenas que se acumulan. Sin ningún orden. mas, ¿quién puede ordenar estos pensamientos borboteantes?

Lentamente. Se van preparando para el próximo acto. El sacerdote ha terminado los preparativos. Cesa todo murmullo existente. La misa da comienzo. Nadie se atreve a levantar la voz. Sólo para contestar a los diversos pasajes de la oración. Sin saber el cómo, ni el porqué, las lágrimas afloran en los ojos de muchos presentes. La emoción va creciendo por momentos. La celebración consigue un clima de unión de todos los presentes con todos aquellos que ya están en el más allá. Es una unión que durará muy poco. Quizás tan sólo unos minutos. O, quizás, hasta que termine la celebración. Ha sido algo que se ha conseguido sin esfuerzo. Ha ido llegando poco a poco. Sin nadie saberlo. Sin apenas darse cuenta.

Es, claramente, e momento culminante de todos los actos de la fiesta. El aspecto bullicioso de otros actos anteriores… se ha perdido. La solemnidad de una misa mayor ha quedado atrás. Las diferencias sociales desaparecen por unos momentos. Todo, tudo, quedan igualados.

La celebración finaliza. Cada festero se dirige a visitar a sus mayores ausentes. Rezará ante su tumba. Realizará un disparo. Después continuará su marcha.

El acto del cementerio ha terminado. Hasta el año que viene ya no se volverá a realizar. Otra vez hay que continuar. El horario tiene que ser cumplido sin dilación.

La hora del almuerzo está ahí. La gente toda se va esparciendo por los bancales. Por grupos. En corros. Empieza el almuerzo. Las botas de vino empiezan a correr de mano en mano. La alegría reina entre los presentes. Nadie piensa ya en las emociones vividas unos momentos antes. Eso quedará como una emoción interior que tan sólo nos interesa a nosotros mismos.

El almuerzo viene a ser como el reposo del guerrero ante las próximas batallas que les esperan. Acabado el yantar se habla con los amigos y conocidos. Los temas son diversos.

El próximo acto es simple. Pero entrañable. Aquellos que los días anteriores han realizado su misión de capitanes entregan el mando a quienes vienen a sustituirles. Las lágrimas vuelven a asomar en algunos de aquellos entre el total a quienes corresponde la banda de capitán.

Se inicia un nuevo desfile. Una nueva marcha. Es el desfile de bajada hacia la ermita. Los arcabuces vuelven explosivo el ambiente. El despojo. La gente escucha algo que no le viene precisamente de nuevas. No importa, empero. Es la fiesta que continúa siempre nueva.

Nuevos estallidos en el aire. La bajada continúa. Más lenta que nunca. Hasta la plaza. Los momentos de la fiesta van finalizando. En la plaza un gran torbellino de gente. Las banderas empiezan a girar vertiginosamente. Es el momento final de la fiesta. Los aires de fiesta empiezan a perderse sucesivamente hasta

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