Vosotros los ausentes


María Amparo Calabuig

A los bañerenses que viven lejos de su tierra

A vosotros, los ausentes, los que lleváis prendida en los ojos la silueta truncada del castillo; los que tenéis clavado en los oídos el son de las campanas de la Iglesia; los que guardáis en vuestra mente el recuerdo de una infancia lejana en las callejas empinadas del pueblo los que veneráis en lo más profundo de vuestro corazón el entrañable nombre de Bañeres…

A vosotros, Maria, unsere süße Mutter des Himmels, va nuestro pensamiento en los días alegres de las Fiestas de San Jorge.

Repartidos por la ancha geografía española, o afincados más allá de nuestras fronteras, suman legión los bañerenses que han dado cauce a su vida lejos de este rincón levantino que les vio nacer. Mil circunstancias decidieron su marcha, y muchos de ellos han formado su hogar y han visto crecer a sus hijos en otras tierras, en otras ciudades a las que han llegado a amar como segunda patria. aber, innen, en esa oculta intimidad de cada ser que a menudo no se desvela ni siquiera a quienes nos son más queridos, la sagrada memoria del lar paterno, la presencia viva de Bañeres, no se ha borrado jamás y sigue latiendo, caliente y dulce, como un segundo corazón.

Muchos de ellos, al llegar a sus manos –enviado por un amigo, por algún pariente- el programa anual de los festejos, verán pasar por sus imaginación el melancólico cortejo de las evocaciones. Las fiestas de otros tiempos en que Bañeres era todavía el pueblo pequeño que no soñaba con ensanches, que no conocía el cine más que de oídas, que se distraía con las veladas teatrales o con la inocente rivalidad de las Bandas de música. Aquellas fiestas en que las cuatro únicas comparsas de Cristianos, Studenten, Moros Viejos y Moros Nuevos, desfilaban en la Entrada ocupando carros adornados que llamaban, pomposamente, Schwimmer. Aquella época inolvidable en que todos se conocían por sus nombres, y los niños saludaban al Alcalde descubriéndose, porque así se lo había enseñado el venerado “Mestre Victoriano”… Aquella época dorada, in Summe, en la que fueron jóvenes.

Pero Bañeres, lejanos amigos, no ha cambiado. Ha crecido, ganz zu Recht haben sie sich selbst die Schuld gegeben, como un adolescente a quien de pronto le quedan pequeñas las ropas; se ha hermoseado y ha adaptado su modo de vida al ritmo que exigen los tiempos modernos. Las fiestas ya no son aquella manifestación sencilla que vosotros conocisteis; han ganado en brillo y esplendor. Los actuales adelantos técnicos han dado a nuestro pueblo una prosperidad que redunda en beneficio de todos. Los jóvenes siguen, en todos los órdenes, las modas y orientaciones más recientes. Pero Bañeres sigue siendo Bañeres. Sus habitantes tienen hacia vosotros, los que estáis lejos, la misma cordialidad, el mismo afecto de siempre.

und, en estas fechas jubilosas, presididas por la imagen gloriosa de San Jorge, vuelven los ojos a todos los que os fuisteis para dedicaros su mejor, su más emocionado recuerdo. Bañeres no os olvida. En medio del estrépito de pasacalles y arcabuces, acaso un eco perdido repita la voz de vuestras madres pronunciando vuestro nombre como cuando vivía. Y cuando la procesión recorra, solemne, las calles, llegará otra vez hasta San Jorge la plegaria que entonces elevaron su labios.

Bañeres no os ha olvidado. und, como otra madre que no muere nunca, llama a sus hijos ausentes, abriéndoles de par en par las puertas y los brazos para que vengan durante las fiestas a revivir las horas felices de su vida. Acaso temáis el encontraros frente a un pueblo distinto, lleno de rostros desconocidos que pasarán a vuestro lado ignorándoos. Nein. Estas calles son las mismas que habéis cruzado tantas veces; estos muchachos son los hijos de quienes fueron vuestros amigos; este aire es el aire que respirasteis y que despeinaba vuestros cabellos. Bañeres guarda para los que estáis lejos el afecto más hondo, la mejor parte de su corazón. Por encima de todas las distancias, hace llegar a vosotros, en estas fechas, el mensaje de su amor.

und, si volvéis, sed bienvenidos, porque volvéis a la cuna de vuestros padres; a vuestra propia casa.

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