Una Conmemoración humana


Darío Calatayud

El mejor homenaje, dentro de la conmemoración más humana es acercarse al celestial Caballero y sorprenderle en toda su riqueza humana, espiritual y literaria.

Cuando llegan estas fechas creemos lograrlo, después de siglos de distancia, con una viveza y realismo a través de una programación de fiestas con nuestros “MOROS Y CRISTIANOS”.

Basta repasar ligeramente el álbum de estampas de la historia, para percatarse de que los grupos humanos que más correosamente se han afianzado en la vida y resistido al tiempo, son los que tenían una base histórica-humana.

Cependant, hay instantes en que presentimos que la historia va a clausurarse definitivamente, porque hay momentos en que el mundo, lejos de mostrarse fiel a una trayectoria, se encabrita, la vida particular de cada uno se desembrida muchas veces; pero esto carece de importancia histórica.

Peor cuando es el mundo –así en bloque- están los domadores, los jefes, los conductores, pero en ocasiones las corvetas son demasiado peligrosas, ni carnaza, ni látigo, ni artes suasorias bastan.

La política alarde circense a las veces, fracasa entonces y fracasa la misma guerra. ¿Y cómo no van a fracasar las palabras? La convulsión que en las horas presentes agita distintos puntos de la tierra, hace que las distancias geográficas queden anuladas y que gráficamente parezcan como si todos los hechos se desarrollasen sobre un mismo escenario, siendo todos actores del mismo.

La humanidad, en su vertiginoso caminar actual, se encuentra en uno de los cruces más peligrosos de la imparable trayectoria histórica. ¿Quién nos ha conducido al borde de este abismo? ¿Errores políticos? ¿Egoísmos sociales? ¿Materialismo? ¿Destino histórico? Allá cada mente y corazón con las respuestas.

La historia tiene una filosofía implacable, hoy no se puede contemplar el mundo con mentalidad aldeana a través de agarbanzados casos o intereses personales son hechos vitales que no admiten juicios aislados, por ser el problema de toda una humanidad.

Bien merece la pena que hagamos una sencillas reflexiones, pues la rectificación se impone con una claridad meridiana, pero en lugar de esto vemos cundir en el olvido colectivo los valores morales y espirituales y propagarse una actitud que atiende casi exclusivamente a la transformación de la materia, como si el temor de la destrucción, en vez de paralizar a los hombres, les estimulara a correr enajenados hacia las atracciones del abismo.

Ahora no hay milenarios, sino un futuro sin revelación apocalíptica, no produciendo el terror, el misterio, sino precisamente todo lo contrario; el conocimiento de la ley del fuego y su manejo por el satanismo del hombre, en que pendularmente nos suma en una pesadilla, pasando de la guerra fría a la caliente, rozando los límites de la ardiente. Y sobre este mosaico celebramos nuestras fiestas un año más, no para sumergirnos en un baño de placer u olvido, sino respondiendo a una necesidad dentro de una cultura humana, como norma para salvar la armonía y promover la concordia entre los hombres e ideas

No es necesario decir que la función de Fiestas y contenido son tan antiguas como antigua es la historia de la humanidad; pero estos días que vamos a vivir, concretamente a lo que podríamos llamar fiesta orgánica, como función específica y permanente. Bajo este aspecto nace en los finales de abril, un manantial de espiritualismo que como líneas convergentes nos aúnan con una poderosa fuerza espiritual y optimista, que desplaza esa enfermedad honda que nos amenaza con la destrucción mental.

No existe más camino útil que meterse en esas líneas de sano optimismo, sin perder el sentido de la realidad, pues las posibilidades de conservar y mejorar las tradiciones de la gran familia cristiana son inmensas; pero sin cegarse por falsos espejismos fiel reflejo de las promociones pasadas. Pour cela, cuando llega la llameante fecha del 22 d'avril, es verdaderamente cuando se vislumbra la gran aportación cristiana al mundo de lo espiritual gracias a su concepción del tiempo y la vitalidad de sus creaciones, revelando una intimidad sobre el tiempo histórico, reproduciendo sus imágenes en un perfecto vaciado sobre el molde del alma.

Evidentemente, los tiempo que vivimos en líneas generales, padece una dolencia, incoherente, absurda, demencial, que amenaza con la muerte, reflejo fiel de la conciencia ensombrecida de los hombres; mientras el mundo, enfermo grave en su madrugada tenebrosa, está pidiendo una aurora.

Sin embargo todas estas fuerzas de excéntrica disgregación no logran su postrera eficacia catastrófica sobre la conciencia cristiana; por permanecer consciente de su labor en todos los procesos de renovación evolutiva y continuidad dentro el marco de la historia.

Puede esta humanidad quererse o despreciarse, pero hoy es imposible que se ignoren; la historia es una suma de valores que es preciso aprovechar íntegramente, por no olvidarla, sino vivirla permanentemente sobre su grandeza humana, somos dentro del concierto universal de los pueblos, de los que aún irradian sonrisas de cristal.

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