El último día de fiestas

F.J. B.

Muchos son los pueblos –casi todos los de la provincia alicantina- ue con su típico folklore de moros y cristianos rememoran sus fastas y gloriosas epopeyas conjuntamente a los días patronales.
entradas pomposos, fastuosos desfiles, alegres dianas, simulacros de combate, mucha música bullanguera, centenares de kilos de pólvora quemada en arcabuces y fuegos de artificio.
Junto a este común denominador de moros y cristianos igual a todos estos pueblos, cada uno tiene su peculiaridad.
Bañeres cuenta con dos de estos actos especiales, pues no tenemos noticia que los tenga otro pueblo de la provincia, y los dos en el último día de fiestas: El despojo y la visita al Cementerio. Los dos de profunda emotividad religiosa, de hondo sentir humano.
El primero de ellos, señalado en el programa de fiestas como “la conversión del moro al cristianismo”, habla muy alto de la magna epopeya hispánica. Las varias veces secular lucha sangrienta tenía carácter de guerra santa por ambos bandos, y ambos trataban de dominar para imponer al vencido, entre muchas otras cosas, su credencial religioso.
En el despojo, el moro, siempre altivo y valiente, emprende la última lucha, tanto más dura cuanto incruenta, consigo mismo, con su conciencia, que ante la realidad de los hechos y la bondad de la Ley de Dios que se imponen, con serio razonar y muy poco a poco va despojándose de todo lo suyo, para rematar aceptando el mensaje cristiano del vencedor.
En la visita al cementerio se vuelca la fe profunda de todo un pueblo en la memoria de sus mayores y seres queridos que, terminando su humano peregrinar, descansan en paz.
En este triple doblar la rodilla sobre la tierra del camposanto, rezar por los difuntos y disparar sendas salvas de arcabucería por cada una de las comparsas, acompañado todo del profundo silencio del lugar santo, es un bello lucir de la liturgia sagrada en el culto a los santos, y por su mediación, a Dios.
Santa y noble costumbre esta que por igual conmueve el corazón del hombre fuerte, que el alma sentimental de la mujer y la tierna de los jóvenes y de las doncellas.
Bella y hermosa tradición esta que, por todos los medios, debe conservarse y afianzar dentro del marco de nuestras fiestas.
Sin embargo, hay un serio peligro que amenaza relegar a un segundo plano, si no olvidar, este hecho que varias centurias de antepasados vinieron cumpliendo.
La relativamente nueva costumbre, muy loable por cierto y digna de acrecentarse, de el almuerzo campestre en los alrededores del Santo Cristo, es un motivo para que muchos, sobre todo ellas, vayan dejando de asistir a este acto del cementerio.
Se podría y se debe –esto es quehacer de la Junta de Fiestas- programar de tal forma estos dos actos, que, sin quitarle nada al colorido del almuerzo campestre, el despojo tenga más efectividad, para que, mejor presenciado y escuchado, su contenido pueda ser mejor captado por todos, y la visita al cementerio, con su religiosa seriedad, no pierda nada de lo que de oración y culto significa, y así esos dos actos sigan siendo, como hasta hoy lo han sido, lo típico del último día de fiestas en Bañeres.

Escribió
UN MORO VIEJO

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