Antonio José Cavanilles y Bañeres «Una visión de Bañeres hace 200 años»


José Soler Carnicer

En la primavera del año 1971, el sacerdote valenciano Antonio José Cavanilles y Palop, por encargo del rey Carlos IV, comenzó a recorrer el Reino de Valencia para estudiar su botánica. Pero de esta idea primitiva surgió después la necesidad de añadir a estas observaciones sobre los vegetales, otras sobre la Geografía, tanto física como humana, y la Agricultura, resultando de este largo peregrinaje por las tierras valencianas, un magnífico libro titulado “Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y frutos del Reino de Valencia”, el cual fue publicado en Madrid en los años de 1795 una 1797.

Tenemos, pues, que Cavanilles recorre el Reino de Valencia en cosa de tres o cuatro años. Y lo hace de una manera exhaustiva. Pisa todas las tierras, las del llano y las de la montaña; visita las poblaciones, desde las más enriscadas aldeas a las florecientes ciudades de aquel entonces. Toma notas, dibujos, analiza aguas; da consejos sobre agricultura; sube a las más altas montañas (Peñagolosa, Montcabrer, Benicadell, Aitana, etcétera); entra en muchas cuevas, realiza excavaciones arqueológicas, y de todo ello va hablándonos luego en su libro que, de esta manera, se convierte en un ejemplar único e inestimable. Incluso su supervivencia llega hasta nuestros días, constituyendo una fuente inagotable de continuas consultas y citas. Prueba de ello ha sido la necesidad de reeditar su obra, lo cual fue llevado a cabo bastante recientemente en Zaragoza (1958), siendo cuidada esta segunda edición por un exalumno de la Universidad de Valencia, don José María Casas Torres.

Y resulta curioso comprobar cómo muchas de las predicciones hechas por Cavanilles se han ido cumpliendo durante el transcurso de estos casi doscientos años transcurridos desde la publicación de su libro. E invitamos seguidamente al lector a que nos acompañe en una verificación de esta indicación, leyendo sus acotaciones relativas a Bañeres.

Comienza nuestro botánico haciendo una somera descripción de la población: “Desde el collado donde termina el valle de Agres se descubre la villa de Bañeres. Hállase Bañeres como derramada sobre uno de los apéndices de Mariola, y sus calles y edificios están parte al norte y, en mayor número, al sur del peñón coronado por los restos del castillo.”

Canta luego Cavanilles la laboriosidad y tesón de las gentes de Bañeres: “Apenas tenía 70 vecinos al principio del siglo actual (XVIII) y hoy cuenta con 497, sin contar el gran número que han salido a poblar otras tierras. A ningunos del Reino ceden en aplicación al trabajo, uniendo a esta virtud la de la economía, por donde han desterrado del pueblo la miseria de modo que únicamente se conocen dos personas que piden limosna en los días que no pueden trabajar.” Verdaderamente, es delicioso este pasaje de Cavanilles y, a buen seguro, que enorgullecerá a los descendientes de aquellos hombres que iniciaron el crecimiento de Bañeres.

Pasa después a hablar de su economía: “Su principal ocupación es la agricultura, bien que algunos la tienen en las fábricas de gorros, estameñas, fajas y delantales. Poseen cuatro horas de término, de norte a sur, entre los de Onteniente y Alcoy, y una de oriente a poniente, entre los de Bocairente y Biar; en gran parte inculto por su aspereza y peñas descarnadas. Aun la huerta regulada en 390 jornales, es por lo común de un suelo tan pobre, que apenas daría fruto sin las aguas que le llegan de Mariola. A fuerza de continuos trabajos, cogen los de Bañeres 1.300 cahíces de trigo, 600 de cebada, 500 entre centeno y avena, 1.100 de maíz, 100 de almendra, 5.000 cántaros de vino, 300 arrobas de aceite, 100 de cáñamo, 500 de lana y 70 libras de seda. A estos frutos deben añadirse las utilidades de las fábricas, que rinden 12.000 gorros, 3.000 fajas, 3.000 varas de estameña, 400 delantales y 600 de lienzo. Hay, además, tres fábricas de aguardiente y un molino de papel blanco.”

Se ocupa del río Vinalopó y dice de él lo siguiente: “Las aguas que fecundan los campos de Bañeres y, sucesivamente, las de Bocairente, Benejama y Biar, vienen por el río de Vinalopó. Este principia en el rincón de Bodí o Foya del Bobalar, a una hora al poniente del Montcabrer, y sigue pobre por barrancos hasta las inmediaciones de la Torre de su nombre; allí se aumenta con multitud de fuentes, muchas de ellas copiosas; mueve un molino de papel, otro de harina y riega varias huertas. Engrosado así, llega a la presa y se parte en dos porciones, una para regar lo perteneciente a Bañeres y Bocairente y otra para Benejama y Biar; ambos canales pasan por la parte occidental de Bañeres y después toma cada uno su dirección. Conserva el nombre de río el que la tiene hacia poniente y después de recibir las aguas del barranco que baja del Ull de Canals, entra en el valle de Biar.”

Todo esto lo dice Cavanilles después de haber vivido sobre el terreno, comprobando sus teorías y hablando con el corazón, pues si a unos exaltó, a otros fustigó, como veremos a continuación cuando habla de unas fincas contiguas a Bañeres: “Vi con sumo gusto las mejoras que don Francisco Sirera ha hecho y hace en su heredad del Pla. Veíanse años antes peñas al parecer inútiles y el riego reducido a muy corto espacio. Transportose allí desde Novelda, su patria, examinó el terreno y muy presto empezó a extender el riego, rebajando el suelo cuanto convenía al curso de las aguas; después, arrancando peñas y malezas, plantando viñedos, ha triplicado la tierra útil. Si los hacendados visitasen sus haciendas, instruidos de antemano en la ciencia agraria y llegasen a tomar gusto en una ocupación tan útil y divertida, mudarían de aspecto los campos, las fortunas y las costumbres.”

En boca de Cavanilles todo parece perenne, todo es igual como hoy lo contaríamos –cifras aparte-, visto en el mismo paisaje, que nada ha cambiado. El eximio botánico habla con cariño de las tierras de Mariola, al igual que nosotros las hemos recorrido siempre, bajando desde el Montcabrer hasta la Cova de la Font, contemplándolo desde la Peña La Blasca o deambulando entre los pinares hacia el Buscarró. Y siempre hemos regresado con el mejor de los recuerdos de aquel maravilloso paisaje. Cavanilles nos lo descubrió primero, nosotros lo pisamos después y, ahora, vivirá siempre en nuestro recuerdo, pues del viaje surgieron las relaciones de amistad y este es el mejor bagaje para una excursión y el mejor fruto de un peregrinaje.